Tejer es un verdadero acto de meditación. Ya sea que nos encontremos en el colectivo, en el tren, en casa o en el consultorio del dentista.
En el momento en que tomamos las agujas, de tejido o de crochet, nos conectamos con nosotras mismas. Dejamos el teléfono celular por un rato, junto con su bombardeo de imágenes, y nos dedicamos a mirar uno por uno los puntos que tejemos.
Meditamos mientras hacemos un trabajo rítmico. Con cada pasada de lana, bajamos la adrenalina de las corridas diarias.
A mí me sucede que cuando llevo el tejido al consultorio del médico y tengo que esperar, que en general no es mucho, me pongo a tejer y me voy relajando hasta el punto que me acostaría ahí mismo a dormirme una siestita.
A veces sucede que cuando tenemos un tejido nuevo, el entusiasmo es tal que no me aparece esa somnoliencia, sino que es tanto lo que disfruto al crear o probar nuevos patrones que el entretenimiento parece que no se acabara nunca. Es en esos momentos en que me permito probar nuevos patrones, aunque después esos bloques de crochet o tejido queden olvidados en un canasto hasta que aparezca el proyecto perfecto para ellos.
La rutina y la corrida diaria me llevan a tener la necesidad de tejer todos los días al menos quince minutos. En ese tiempo bajo del ritmo “locura” al ritmo acompasado de los puntos que pasan de una aguja a otra, y que se acompañan con el movimiento continuos de las manos al pasar la lana que los teje.
Tener un tejido a mano también nos ayuda a moderar la ansiedad al sentir que estamos aprovechando “tiempos muertos”. Esos tejidos avanzan casi sin darnos cuenta. Si tenemos cerca nuestro “tejido para llevar” siempre aprovecharemos esos momentos.
Tejer para donar y regalar
Tejer es un verdadero acto de meditación. Ya sea que nos encontremos en el colectivo, en el tren, en casa o en el consultorio del dentista.
En el momento en que tomamos las agujas, de tejido o de crochet, nos conectamos con nosotras mismas. Dejamos el teléfono celular por un rato, junto con su bombardeo de imágenes, y nos dedicamos a mirar uno por uno los puntos que tejemos.
Meditamos mientras hacemos un trabajo rítmico. Con cada pasada de lana, bajamos la adrenalina de las corridas diarias.
A mí me sucede que cuando llevo el tejido al consultorio del médico y tengo que esperar, que en general no es mucho, me pongo a tejer y me voy relajando hasta el punto que me acostaría ahí mismo a dormirme una siestita.
A veces sucede que cuando tenemos un tejido nuevo, el entusiasmo es tal que no me aparece esa somnoliencia, sino que es tanto lo que disfruto al crear o probar nuevos patrones que el entretenimiento parece que no se acabara nunca. Es en esos momentos en que me permito probar nuevos patrones, aunque después esos bloques de crochet o tejido queden olvidados en un canasto hasta que aparezca el proyecto perfecto para ellos.
La rutina y la corrida diaria me llevan a tener la necesidad de tejer todos los días al menos quince minutos. En ese tiempo bajo del ritmo “locura” al ritmo acompasado de los puntos que pasan de una aguja a otra, y que se acompañan con el movimiento continuos de las manos al pasar la lana que los teje.
Tener un tejido a mano también nos ayuda a moderar la ansiedad al sentir que estamos aprovechando “tiempos muertos”. Esos tejidos avanzan casi sin darnos cuenta. Si tenemos cerca nuestro “tejido para llevar” siempre aprovecharemos esos momentos.
Si las pruebas de tejido que hago no terminan en un trabajo definitivo, las guardo porque son el camino para hacer mantas para regalar o donar. Es que también debemos usar nuestras lanas para que las polillas no nos ganen de mano. Tejer para nosotros o para regalar es un buen ejercicio de meditación y la lana que usamos debe salir de nuestro taller, canasto o bolsa para darle lugar a la entrada de lanas nuevas.
Si Claudelinas, el tejido es el nuevo yoga. Forma parte del movimiento Hygge que enseña a bajar el ritmo haciendo un homenaje a la lentitud de nuestros modos diarios. Es el espacio para relajarnos y sentirnos útiles, todo al mismo tiempo.
Yo he incorporado un nuevo entretenimiento a ese movimiento lento, acompasado y meditativo, me he comprado en la web un audiolibro que escucho mientras tejo. Alguien me lee desde la tableta electrónica el libro elegido mientras voy pasando uno a uno los puntos de mi trabajo tejeril.
Si las pruebas de tejido que hago no terminan en un trabajo definitivo, las guardo porque son el camino para hacer mantas para regalar o donar. Es que también debemos usar nuestras lanas para que las polillas no nos ganen de mano. Tejer para nosotros o para regalar es un buen ejercicio de meditación y la lana que usamos debe salir de nuestro taller, canasto o bolsa para darle lugar a la entrada de lanas nuevas.
Si Claudelinas! El tejido es el nuevo yoga. Forma parte del movimiento Hygge que enseña a bajar el ritmo haciendo un homenaje a la lentitud de nuestros modos diarios. Es el espacio para relajarnos y sentirnos útiles, todo al mismo tiempo.
Yo he incorporado un nuevo entretenimiento a ese movimiento lento, acompasado y meditativo, me he comprado en la web un audiolibro que escucho mientras tejo. Alguien me lee desde la tableta electrónica el libro elegido mientras voy pasando uno a uno los puntos de mi trabajo tejeril.
BICHA de CLAUDELINA