No me cansaré de decir lo mucho que estoy disfrutando de todo el proceso de emprender. En serio. Para mí está siendo como ese viaje de interrail por Europa que nunca hice. Es una experiencia nueva de la que estoy aprendiendo cada día. Y como en todo buen viaje, siempre surgen cuestiones en las que no habías pensado. Pero ya estás en destino y tienes que solucionar cómo sea.
Mi primer error fue saltar sin saber volar. Me vi con alas y me tiré del árbol. Así que para no caer directa al suelo, pasé los tres primeros meses trabajando día y noche, sábados y domingos creando todo lo que tenía que tener hecho antes de abrir las puertas. Una web terminada y bonita, una plataforma de formación a mi gusto, unos cursos listos y otros en camino... Tenía mi hoja de ruta, el plan de empresa, pero me faltó contar con los plazos, los imprevistos y me sobró confianza.
Mi segundo error fue lanzar campañas sin estrategia: todo sucedía tan rápido que no tenía tiempo de planificar ni establecer objetivos a corto plazo. Así que iba un poco a salto de mata, tomando decisiones sobre la marcha. La peor fue una campaña donde sorteaba una plaza en un curso que empezaba antes de que terminara el sorteo. ¡¡Un despropósito!! Jajajaa ahora me río por el sinsentido de aquello. Pero en aquel momento quise morir y dirigirme al mismo centro de la tierra.
Mi tercer error fue querer tenerlo todo desde el principio. En mi cabeza veía todos los servicios de la web, pero no contaba con el tiempo que me llevaría desarrollar cada sección. En menos de tres meses pasé de gestionar un blog a gestionar una web, una plataforma de formación, un equipo de ocho personas, llevar el marketing, los contenidos, la edición, el diseño, la economía y mil cosas más. Era inviable sacar adelante todo ese trabajo yo sola partiendo de cero. Si bien tenía establecidos los pasos a dar para llegar a mi objetivo, me faltó detallar las acciones y los tiempos que me llevarían hasta allí.
El siguiente error fue no tener procesos desarrollados para cada actividad. Más que un error fue una situación con la que me encontré y me llevó bastante tiempo poner al día. Crear procesos para todo tipo de actividad, protocolos de actuación en cada situación... planificar qué debía hacer en cada momento y adelantarme a cada posible caso. Algunos procesos se pueden anticipar, pero la mayoría se establecen a partir de la experiencia y eso me obligó a dejar espacio para imprevistos en mi agenda todas las semanas.
Otro error fue no contar con los plazos de creación de un curso. Tampoco sabía cuanto tiempo podía suponer así que apalabraba una fecha y llegado el momento me encontraba sin curso. Eso me suponía descabalar mis planes constantemente por todo el trabajo de revisión, edición y subida a la plataforma que lleva detrás. Tampoco podía planificar las campañas o acciones para la promoción de esos cursos, ni programar a largo plazo. Creo que ésta es la parte que peor he llevado, ¡no poder planificar!
El sexto error fue trabajar sin estrategia en todas las áreas. Durante meses, a raíz del problema con los cursos y la falta de tiempo por la sobrecarga de tareas, trabajé sin mirar hacia dónde iba. Tenía claro mi objetivo pero no me había detenido a decidir cómo lo iba a alcanzar. Lo había hecho pero no al detalle. Lo cierto es que no tuve tiempo de desarrollar ningún tipo de estrategia más allá de una semana vista. Eso me hizo pasar noches en vela trabajando para cubrir imprevistos y cambios de planes.
Y mi último error ( al menos de esta lista) fue perder de vista quién soy en realidad. Cuando pasé de tener un blog personal a tener una web de servicios, sentí que yo ya no era el centro y debía dejar el protagonismo a estos servicios. Tanto me alejé, que durante unos meses sentí que había perdido "mi rincón", y con él se estaba alejando todo lo que me había llevado a este proyecto.
Como ves, no todo es maravilloso en la vida de una emprendedora. De hecho, muchas veces hay más sombras que luces y resulta difícil tirar con todo sola cuando atraviesas un bache. Por eso es fundamental crear comunidad con otras emprendedoras, buscar apoyos y compartir cafés y charla. Porque es ahí, en esas situaciones, cuando te das cuenta de que no estás sola, que hay más gente pasando por lo mismo que tú y que es posible tirar adelante.
Para no dejar mal sabor de boca y que no quede un post tan dramático, te dejo los 7 aprendizajes que he sacado de todas estas experiencias:
1. Paciencia: el camino es largo y está lleno de retos, profesionales y ¡personales! Porque también hay que aprender a controlar determinadas emociones como el estrés, la sensación de colapso, o la soledad de la que os hablaba en este post. Habrá situaciones que te sobrepasen y tendrás tu pataleta. Pero aprenderás a sobreponerte, a centrarte más en la solución que en el problema y saldrás fortalecida. No te desanimes y ten paciencia. Antes o después acabarás llegando a tu destino.
2. Analiza: antes de pasar a la acción, analiza, estudia y averigua todo lo que necesitas saber antes de abordar un tema. Ahorrarás tiempo y energía. Emprender un negocio propio es tan emocionante y está tan lleno de pasión, que es fácil dejarse llevar por las ganas. Analiza muy bien tu punto de partida, qué te falta y cuánto tiempo te llevará obtenerlo. Unos tiempos mal estimados pueden arruinarte un buen proyecto.
3. Planifica: define objetivos, establece acciones para alcanzarlos y pon fecha a cada acción. Crea un plan de acción que reúna toda esta información. Cuanto más detallada y precisa sea, mucho mejor. Así evitarás sorpresas de última hora. No olvides tener en cuenta los tiempos que te llevará cada una y tu tiempo disponible.
4. Defínete: quién eres y cómo quieres que te vean. Define tus valores y principios y no los pierdas nunca de vista. El día a día está lleno de decisiones que solo puedes tomar tú y las prisas y la falta de tiempo pueden llevarte a tomar el camino equivocado. Tener claros y presentes tus valores te ayudará a tomar decisiones complicadas y a ser fiel a ti misma.
5. Poco y bien: mejor poco y bien hecho que mucho y mal. Emprender no es solo ser tu jefa, es disfrutar del proceso, dar un valor único y personal a lo que haces y transmitirlo. Es casi un estilo de vida donde el fin último va más allá del propio negocio. Mima cada detalle como cuando empezaste a desarrollar tu idea y no te dejes llevar por corrientes de campañas o lanzamientos. Cuando estés preparada, tu público te estará esperando con los brazos abiertos. Haz que merezca la pena la espera.
He cometido más fallos de los que aparecen en esta lista y me quedan muchos por cometer. Pero, como te decía al comienzo de este post, emprender es como ese viaje de interrail de tu adolescencia. A pesar de todo lo que te pasó, volverías a repetirlo una y otra vez. ¿o no? ;)
Y por aquí, ¿tenéis algún fallo confesable? Animaros a compartirlos, será muy enriquecedor para todas!
¡Un abrazo grande!