Le cogí gustillo a los amigurumis pequeños. Esos que empiezas y acabas en un día, con un par de capítulos. No tener que esperar para sentir esa satisfacción de haber acabado tu bicho está bien de vez en cuando también, la "capacidad de demora de la recompensa" que le llaman mis profesores.
Además, este cerdito en concreto tiene un patrón muy continuado, en el que no hay que coser partes separadas (las patas y las orejas son puntos bodoque y el rabo se hace después de acabar el cuerpo, aunque yo sí lo he hecho separado porque no me acababa de quedar bien centrado).
Estoy haciendo una recopilación de patrones con unas características especiales y que todavía no revelaré, para presentar como hice con los de muñecas. Éste es de Lucy Ravenscar. Y se hace con el puesto nº5 de los retos. Pronto vendré con más, pero me gusta dedicar una entrada a cada uno.
Pero este bicho tiene más historia de la que parece:
Mi amiga-de-toda-la-vida y yo compartimos piso durante nuestros años de universidad y teníamos una especie de tradición: cada principios de curso nos regalábamos una hucha-cerdito porque a lo largo del año juntábamos siempre un montón de monedas que nunca usábamos y que teníamos tiradas en un cajón o en una bolsita en nuestras respectivas habitaciones. A finales de curso rompíamos las huchas y nos quedábamos con los "ahorros". Hoy en día resulta difícil encontrar una de esas huchas típicas de antes, sin tapa para no poder robarte dinero a tí misma, así que un año se acercaba la fecha y no tuve más remedio que usar una con tapa. Me aseguré bien de pegar la tapa de forma que no pudiera sacarse, pero antes de eso le dibujé una cara enorme de indignación y disgusto por dentro, por si se le ocurría y conseguía quitarla.
Este amigurumi va por aquellos días juntas.
Salud! ;)