Yo quería un espejo para la habitación de la niña. A ella le gusta pintarse y hacerse peinados y poner coronas y sus joyas (algo que sigo sin entender porque el único gesto de belleza que puede obsevar en mí es verme echar la hidratante por las mañanas), y para ver sus estilismos los espejos de los baños le quedan todavía altos.
Me gustaba que además tuviese una balda donde poner sus cosas de maquillaje y tenerlas todas (por fin) en el mismo sitio.
Eso es lo que tenía en mente cuando encontré el cajón de la mesita entre los escombros de la obra del padrino. Supongo que verlo allí, fuera de su contexto hizo que se me encendiera la bombilla. Era lo que necesitaba, el marco con balda para mi espejo:
La preparación previa que tuve que hacer no fue laboriosa porque el cajón se encontraba en un excelente estado de conservación, la prueba es que tendrá unos cuarenta o cincuenta años y está impecable, ni carcomido ni deformado:
Lo primero que hice fue quitar la lámina de madera barnizada del frontal porque era más rápido que pegarla.
También aproveché para retirar el tirador y tapar los dos agujeros con masilla para madera:
Esta parte del frontal se convertirá en la balda del espejo:
A continuación, reparé una parte del lateral que estaba levantada. Utilicé también masilla para madera. Rellené con ella los espacios, alisé con una espátula, lo dejé secar 24 horas y una vez transcurrido ese plazo lo lijé:
Quería darle un acabado final como antiguo y desgastado, por eso no reparé esta grieta para que se viese incluso después de pintarlo:
El siguiente paso fue pintarlo. Utilicé pintura chalk paint, concretamente el blanco antiguo de Auténtico. Ese color me encanta y con ese acabado mate queda precioso. Además, seca muy rápido y no huele nada:
Por último, sólo tuve que pegarle el espejo, que me cortaron a medida en una cristalería. Para ello utilicé el pegamento TRIAction líquido de la marca Ceys, que tan buen resultado me había dado para pegar las piedras del portarretratos que te enseñé en verano (aquí):
Quería conseguir un efecto antiguo, como que había pasado mucho tiempo por él, así que le pasé una lija de grano fino para que se viese la madera por aquellos sitios que estarían más desgastados si el espejo tuviese muchos años:
El efecto es todavía más realista en la habitación de #casadepadres porque los muebles (cabecero, mesitas, armario y espejo) los hizo mi padre con madera de castaño y los talló él mismo con motivos antiguos (aquí):
Estas fotos las hice en el #pueblitobueno, en el prado donde el #buenabuelo tiene los manzanos de donde salen las frutas con las que hago mermelada (aquí). Las de las fotos van a seguir el mismo camino:
Aquí puedes ver el sistema que ideó el #buenabuelo para sujetarlo a la pared: una alambre gruesa enganchada a sendos ganchos atornillados a los laterales:
¿Te gusta cómo ha quedado? ¿Alguna vez le has dado a un cajón un uso diferente del habitual?
Si me sigues por Instagram, ese día hice una crónica de la sesión de fotos (aquí) porque la niña después de ver una araña en el árbol al que quería subirse, se la pasó literalmente pegada a mí, clamando porque la llevase al coche.
Y digo yo que qué raro, siendo su madre como es una #picadepueblo, esta niña me ha salido con un miedo a las arañas que a tenor por las voces que da cuando ve una, raya lo patológico. No recuerdo que haya tenido ninguna experiencia negativa con ellas, pero se ve que algún roce debieron de tener.
A mí que alguien le tenga miedo a las arañas o a cualquier otro bicho me resulta tan extraño como tener miedo de los semáforos, pero también es verdad que yo pasé mi infancia entre ellos y formaban parte del día a día.
Para entretenerte en la huerta o en el prado jugabas u observabas lo que tenías más a mano. Y eso eran las hormigas, las lombrices, las orugas, los escarabajos, los renacuajos, las ranas, los saltamontes, los grillos y muchos más. Excepto los sapos y las serpientes, que estas además los adultos te tenían más que avisad@ que cuando vieses una tenías que echar a correr en dirección contraria.
¡Pasa un feliz fin de semana!