En verano hicimos reformas. Supongo que ya lo sabéis, porque durante unos días fui más pesada que de costumbre y solo publiqué fotos de herramientas, de pintura y de muebles a medio montar. Pero todos me lo perdonasteis porque sois los mejores.
En fin, que desde el verano la pompona y yo no paramos de hablar de la decoración de su habitación: que si va a tener esto, que si va a tener lo otro, que si le pondremos lo de más allá, que si paleta cromática, etc, etc, etc.
Pero como ya me conocéis, sabéis que suelo hablar y pensar mucho, mucho, mucho, antes de ponerme manos a la obra. Pero mucho.
Por suerte, 2015 es el año de la acción, el año de ponerse las pilas e ir a por todo lo que queremos. El año de dejar de procrastinar y lanzarse con alegría al bello arte de terminar las cosas. El año que me está costando la muerte, porque siempre es más fácil tumbarse en el sofá con un bote de Nutella y una cuchara que ponerse a rematar cualquier proyecto.
Y es que empezar no es lo chungo. Lo chungo es cuando ya se te ha pasado el subidón y hay que picar piedra para acabar lo que tienes a medias de una vez por todas. Lo chungo es apartar de tu cerebro esa nueva idea increíble que te mueres por empezar para acabar la idea increíble que tuviste la semana pasada y que se está extendiendo más de lo esperado.
La cuestión es que la pared de la pompona apenas me ha llevado un par de semanitas. Pero si sois decididos y tenéis los materiales de antemano, os puede llevar muchísimo menos. Vamos, es un proyecto que se puede acabar en un fin de semana tranquilamente.
Y no me digáis que no es precioso. La verdad es que cada vez que entro a la habitación de la pompona me quedo mirando mi obra maestra muerta de amor.
¿Qué necesitáis?
-Un plato de plástico.
-Un lápiz.
-Una brocha.
-Un pincel pequeño.
-Chalk paint en color azul y blanco.
-Cinta de pintor.
Lo primero que hice fue pintar dos líneas perpendiculares que pasaban por el centro del plato. Es decir, dibujé dos líneas que dividían el plato en cuatro cuartos exactos.
Luego, con ayuda de una tapa de caja (por ejemplo; podéis hacerlo con una regla si sois más tradicionales) dibujé una línea recta a la altura de mi primera línea de ondas o circulitos.
Cogí el plato, hice coincidir la línea que tenía pintada en la pared con una de las líneas que dividían el plato y dibujé los semicírculos uno al lado del otro.
Después pasé al segundo piso. En este caso coloqué una de las líneas del plato en el sitio donde se encontraban dos semicírculos de los que ya había dibujado. La línea perpendicular a esa la hice coincidir con la parte de arriba de los dos semicírculos. Si no os queda muy claro mirad la foto, seguro que lo entendéis mucho mejor.
Podéis seguir haciendo todas las filas que queráis. A mí me bastó con tres, pero podrías cubrir toda la pared con el mismo método.
Luego empecé a pintar desde abajo. Encinté bien el zócalo y las tapetas de la puerta para no manchar, claro. Creía que tendría que hacerme una plantilla de cartón para pintar sin salirme, pero con paciencia y una buena brocha (compré una de las que vende Neus con la pintura) conseguí hacer unas líneas perfectas.
La chalk paint tiene varias cosas buenas. La primera es que seca muy rápido, con lo que el proceso no se eterniza. La segunda es que el acabado es precioso, no es nada uniforme, tiene ese aspecto como de pizarra un poco rústica que a mí me gusta muchísimo. Y precisamente de ahí sale la tercera cosa buena: no hay que ser un especialista de la pintura, queda bien sin grandes esfuerzos.
Para asegurarme de no arrancar ni estropear la primera capa, esperé un día antes de aplicar la segunda. Mezclé partes iguales de pintura blanca y azul para bajar el tono y encinté las curvas con cinta de pintor. Pensaba que encintar iba a ser un infierno precisamente porque no había ni una recta, pero la verdad es que la cinta de pintor es muy agradecida y se le puede dar forma fácilmente con las manos.
Después de esa segunda capa os mostré la pared en Instragram porque yo ya estaba totalmente enamorada...
Esperé un día más y di la tercera capa. Para esta, mezclé tres partes de pintura blanca por una de pintura azul, más o menos. Encinté la segunda capa y me lancé a terminar mi obra.
Cuando ya estaba, con un pincel pequeñito di los últimos toques, suavicé alguna línea, rellené algún hueco... en fin, terminé de darle forma a todo.
Y este es el resultado final.
La pared todavía no está terminada. Queremos ponerle un espejo, un baúl para sentarse y guardar los disfraces y a lo mejor incluso una estantería en la parte de arriba. Pero por el momento es la más bonita de la casa. Os juro que no me canso de mirarla.