No es fácil encontrar en el norte una localización para recrear un Western, pero en un Agosto sin lluvias no es imposible.
Los prados tan secos con un poco de decoración, atrezzo y disfraces indígenas son suficientes para que los niños disfruten de una merienda temática en el “lejano oeste”.
Como no teníamos fecha definida y llevábamos más de una semana trabajando mucho (y divirtiéndonos) para preparar esta fiesta infantil, llegó el día en que nos decidimos a celebrar esta merienda.
Así es como hicimos el escenario de nuestra fiesta de indios:
-un tipi indio que hicimos con palos y telas.
-unos carteles de madera con nombres de tribus de indios americanos.
-unos cáctus de esparto con guirnaldas de tela de colores
-unos palos pintados muy coloridos (tutoríal aquí).
-Una alfombra sintética que servía como “piel de animal secándose al sol” apoyada en unos palos.
-Un caldero con chocolate caliente para que los niños pudieran bañar los marsmallows que pinché en palitos.
Los disfraces y accesorios, imprescindibles en una fiesta de indios, son también hechos a mano. Compre telas y abalorios para los 10 niños, pero esto ya os lo contaré en una próxima entrada donde os enseñaré cómo hice y monté toda la merienda.
Tengo unos collares que guardo como oro en paño. Los compré en Brasil hace ya años en la “feira hippie de Ipanema” y les tengo muchísimo cariño. Me daba miedo dejarlos en manos de los niños, pero tampoco iba a tenerlos toda la vida en una caja. Era el mejor momento para usarlos, aunque luego a alguno le molestara y se lo quitó.
El menú de la merienda, sin complicaciones, y muy al gusto de los niños: Pizza, sandwiches, tarta de obleas con nutella, etc..
Tuvimos que pedir ayuda para cortar rodajas de madera de los troncos leña y utilizarlas como platos.
Los vasos, servilletas, platos y toppers los compré hace un par de años en Tiger y creo que esta ha sido una de las razones por las que quería hacer esta fiesta de indios. Tenía que usarlos y darles salida.
Al final resultó ser merienda-cena porque anocheció y los niños seguían jugando. Imaginaos el popurrí que hicieron con el caldero de chocolate…
Los niños enseguida se meten en el papel y no les hace falta mucho para crear sus propias aventuras e imaginar a “los malos” escondidos entre los matorrales, pero lo que no sabían es que se acercaba un vaquero en su caballo.
Y como en toda buena fiesta que se precie, la cosa va degenerando en desorden, caos y cansancio. Pero esto es parte de su encanto. Cuanto mayor sea el caos, mejor se lo han pasado. Y todo ello es directamente proporcional al cansancio que padecen.
Agotados sí, pero los protagonistas disfrutaron un montón y con ganas de repetir.
Ahora tenemos que ir pensando en la fiesta que haremos el verano que viene…
Sabía que me iba a divertir mucho haciendo esta fiesta de indios y así fue. En un par de semanas publicaré otro post con el “making of” de la merienda. Todos los preparativos y manualidades que hicimos.
Ahora os dejo un vídeo resumen de esta divertida “merienda en la tribu”:
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