Si empezara esta entrada con un “Y tú, ¿eres huevo o gallina?” seguramente más de una persona se ofendería. Así que prefiero ser más bien amigable (sin que se convierta en una costumbre) y decir lo que me interesa sin rodeos vacuos.
¿A muerto la originalidad? ¿Tu copias? ¿O te copian? Porque después de leer lo de que “la gran mayoría somos mediocres” en un blog, lo de “la copia descarada” en otro, y lo del “afán de protagonismo” en otro sitio, diría que estan las espadas desenvainadas y listas para destripar al siguiente incauto al que se le ocurra decir “esta boca es mía”. Un poquito de relax, por favor.
Cada persona somos un mundo, a cada cual le emocionan, le enfurecen, le van (o le ponen) cosas distintas. ¡Que aburrido sería estar cortados todos por el mismo patrón! Pretender gustar a todo el mundo e intentar encajar con todo es un ejercicio agotador e inútil. Se pierde frescura, libertad, originalidad (como dice la frase en la sudadera). Pretender ser un calco de los demás nos resta inspiración, y eso hace que nuestra creatividad disminuya como una bolsa de caramelos a la puerta de un colegio. Si a eso añadimos que somos (presuntamente) mediocres… ¡socorro!
Nadie es quien para decirte que debes o no hacer, a quien debes o no gustar, si prefieres ser protagonista o secundario (que no segundón) aunque reconozco que estos últimos, los secundarios, suelen ser el complemento perfecto para la gran mayoría de cosas a las que se dedican.
Aborregado, servil, vulgar, aburrido, gris, monótono, insignificante, insulso, soso, son algunos de los sinónimos de mediocre ¿de verdad eres tú algo de eso? Porque yo me miro a los ojos todas las mañanas frente al espejo, con más o menos legañas, me digo lo que el título de la entrada, y para atrás, ni para coger impulso.