En mi cruzada personal por la ansiada conciliación familia-trabajo, con la que llevo ya 9 años, sigo buscando el equilibrio, si no perfecto al menos "cuasi perfecto". Fruto de esa búsqueda me lié la manta a la cabeza y enero empecé a pensar en qué podía hacer para mejorar nuestra vida familiar, escolar y laboral.
El detonante fue esta "pintada" que vi en el escritorio de mi hijo mayor, un fin de semana en que estaba estudiando para un examen tras las vacaciones de Navidad.
Por si no se lee bien, pone: "No paro de estudiar"
Los que me leéis con asiduidad sabéis que nuestras jornadas laborales se extendían 12 horas al día (de 7 am a 7 pm) al menos 3 días a la semana. Jornadas maratonianas que no hacían más que agotarnos física y psicológicamente.
A veces me acostaba con la terrible sensación de solo vivir para trabajar e ir corriendo de un lado a otro todo el día. Otras me veía en la tesitura de qué contestar a mis hijos cuando me preguntaban por qué ellos no tenían tiempo para jugar.
Así que no quedaba otra que coger al toro por los cuernos y pensar en qué podía hacer para que sus vidas fueran a mejor.
El primer cambio fue comunicar en mi trabajo que me acogía a mi derecho de tener jornada reducida por cuidado de menores. Derecho que estoy ejerciendo desde hoy mismo (¡¡¡ya no volveré a levantarme a las 5.30 am y comeremos en casa todos los días!!!).
Lo siguiente que debía cambiar era el colegio de mis hijos. Hasta el curso pasado asistían a mi colegio y, aunque reconozco que para algunas cosas era cómodo, para otras muchas era un gran inconveniente. El principal, que tenían jornada partida, por lo que el siguiente cambio era matricularlos en un Centro con jornada continuada. Por temas que no vienen a cuento (más que nada porque esto daría para otro post y porque me enciendo solo de acordarme) mis hijos comenzarán el curso escolar en dos colegios diferentes. Por mi trabajo conozco muy bien el proceso de admisión de alumnos de la Comunidad de Madrid. Puse recursos a Inspección Educativa, a la DAT, a la dirección del Centro... y, como me confesaron en "petit comité" por temas políticos no se estaba ampliando la ratio a menos que la dirección del Centro lo solicitara y, en este caso, se negaron. Mejor no os cuento el disgusto. Lo que he llorado. Lo que he "apelado". Lo que he luchado. Para nada.
Mi cabeza no paraba de dar vueltas para encontrar una solución. Como no tengo el don de la ubicuidad, ¿cómo iba a hacer para estar en dos colegios a la vez a la misma hora? La solución, finalmente, la encontró mi marido: tendríamos una au pair. Por un lado, me solucionaba el tema de ayudarme a llevar y recoger a los niños del cole, por otro, los niños practicarían inglés a todas horas y yo tendría más tiempo para mis cosas.
Eso si. La "solución" nos llegó allá por el mes de junio. Era muy poco tiempo para encontrar una au pair (máxime cuando nosotros la queríamos para 11 meses!!!). No os voy a contar el proceso completo porque esto también da para otro post (que publicaré en breve a petición de varios comentarios que me dejásteis en IG), pero os adelanto que fue bastante estresante y con la incertidumbre de si llegaría el 1 de septiembre y no la tendríamos en casa.
Una vez pasados todos los trámites (reducción de jornada, cambio de cole, papeleo au pair) a poco más de unos días para irme de vacaciones tocaba reorganizar la casa para que la au pair tuviera dormitorio propio. Otro quebradero de cabeza más para mi, je, je. Como dice mi madre: "tú, si no tienes líos, te los buscas" ja ja. Al menos, antes de irme de vacaciones me dio tiempo a comprar la cama nueva (para el dormitorio nuevo de los niños; os lo enseñaré en otro post; es lo que estaba pintando el fin de semana pasado cuando me preguntasteis a raíz de una foto que publiqué en IG).
Os repetía en cada foto que publicaba en esa red social, que no quería volver de Rota por la que me "esperaba" en Madrid. Y básicamente me refería al cambio de dormitorios que tenía que hacer. Unido al resto de cambios que, sinceramente, no dejan que las mariposas del estómago se vayan de una vez. En apenas dos días he tenido que reorganizar dos dormitorios y, os aseguro, que ha sido un final de vacaciones agotador.
Ahora veo el resultado y estamos todos encantados: mis hijos encantados de compartir dormitorio, la au pair contenta con el suyo y nosotros encantados de que todos lo estén (ya veremos si en dos días mis hijos empiezan con las peleas, ja ja; de momento tienen unas "normas" en la pizarra de su cuarto :P ).
Resta ver si tanto cambio será para bien o no, pero eso solo el tiempo nos lo podrá desvelar.
En fin, que con todo este rollo que os he soltado solo quería deciros que dar el salto da vértigo. Que la solución a muchos de nuestros problemas la tenemos delante muchas veces y, aunque dé miedo salir de nuestra zona de confort, si crees que debes hacerlo, hazlo. Normalmente, los cambios para bien no vienen solos. Si quieres que tu vida cambie, haz lo necesario para cambiarla.
Yo estoy convencida de que no solo vamos a ganar en salud mental, sino en tiempo, sobretodo tiempo para estar juntos. Lejos de sentir que he perdido la batalla de la conciliación-familia trabajo, yo creo que la he ganado. Al menos hemos ganado tiempo. Como digo siempre: "yo no soy una superwoman, ni quiero serlo".
Ahí lo dejo.
Feliz comienzo de curso para todos.
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