La antigua opalina era un vidrio traslúcido, que se obtenía mediante técnicas artesanales muy sofisticadas, para hacer envases de perfume, jarrones de alta gama y frascos del tocador. Hoy día es un procedimiento muy caro, y por ello rara vez se encuentran opalinas auténticas. Sin embargo, con ayuda del ingenio podremos conseguir una imitación muy aceptable.
Algunas bodegas venden sus vinos en botellas de cristal esmerilado, un acabado que normalmente se consigue por baño de ácido. Esas botellas ofrecen una excelente base de manualidades, tanto por su aspecto como por su buena adherencia. De esta forma, con un poco de pintura, un poco de porcelana fría y un poco de imaginación, conseguiremos un gracioso jarrón.
Aquí tenemos a la aspirante a jarrón, llena por cierto de un vino de aguja razonablemente buenoEmpezamos pintando lunares en un vivo color rojo, con esmalte sintético al aceite. No hace falta dar antes una imprimación adherente, gracias a la superficie esmerilada.
Para evitar que se rompa, despegamos con cuidado la ‘galleta’ de porcelana fría, y volvemos a ponerla pero ya sin apretarla.
Una vez completado el ‘atuendo’ de lunares, dejamos secar la botella, mientras abordamos el segundo elemento decorativo: un adorno floral confeccionado con porcelana rusa. Cogemos un pegote y lo alisamos fácilmente sirviéndonos de un plato.
Una vez consumido el caldo, desprendemos la etiqueta por inmersión en agua tibia y jabonosa. Ya tenemos a nuestra botella convertida en un bonito soporte.
Utilizando unos moldecitos de metal, presionamos la pasta y obtenemos una flor, que se extrae fácilmente. La dejaremos secar hasta que se endurezca.
Con el adhesivo de cianocrilato, que pega de forma instantánea, ponemos las hojas y las flores en el centro de la botella formando un conjunto armonioso.
¡Ahí tenéis el resultado! Un gracioso jarrón que te puede alegrar la esquina de la terraza, la mesa del jardín o cualquier rinconcito de la cocina. Nuestra humilde botella en vez de ir al contenedor nos ha dado un buen servicio, y además nos ha distraído un rato.
Pintamos las flores de blanco, añadimos un toque de amarillo en el centro, y hacemos también un acompañamiento de hojas en color verde oscuro.
Utilizando unos moldes de metal, presionamos la pasta y obtenemos una flor, que se extrae fácilmente. La dejaremos secar hasta que se endurezca.
Volvemos a la pintura. Seguimos utilizando el mismo esmalte sintético, que ahora aplicaremos con un pincel pequeño. A falta de molde, podemos marcar con una aguja la silueta de la flor y recortarla con las tijeras