Título raro, ¿no? ¿Fruta, mantas? ¿Qué tiene todo eso que ver?
No sé si te acuerdas (porque fue hace muuuucho tiempo) de la cesta de tela que hice para guardar las mantas junto al sofá. Nos ha servido fielmente durante muchos meses, pero había llegado al fin de su vida útil, no por deteriorada, sino porque somos cinco en casa y a todos nos gusta tener una mantita encima los viernes de pizza y peli.
Y por una feliz casualidad hace unos días tuvimos la visita imprevista de mi mejor amigo (uno de mis mejores amigos, Kike, esto lo escribo por ti) que vino a ver a los pompones que estaban enfermos mientras volvía de una granja perdida en la Catalunya profunda de buscar cajas de fruta para el negocio familiar.
Serendipia, dicen que se llama eso de encontrar algo que no buscas.
Total, que cuando me contó que había hecho esa mañana se me iluminaron los ojos y le dije: "Yo quiero una". Y me hizo ir con él a la furgoneta y me dejó elegir la que más me gustara y volví a entrar en casa con una sonrisa de oreja a oreja y una caja de madera que en algún momento a lo mejor contuvo manzanas o naranjas o peras, bajo el brazo.
Y así llegó a mis manos este tesoro que en parece que perteneció a un tal Agustí, que es un nombre que me encanta porque me recuerda al vecino de mi abuela en Montevideo, a mi profesor de gimnasia del instituto y al padre de Ari.
Como la caja era realmente vieja y estaba totalmente al natural, tuve que hacerle un tratamiento de spa, pero fue todo rápido e indoloro. Con la visita al LM incluida no creo que tardara más de 24 horas en terminarla. Y estoy enamorada.
En teoría es para las mantas, pero yo creo que casi le quedan mejor unos ovillos de lana y todos mis WIP y mis UFO, ¿no?
No soy ninguna experta en restauración, pero he hecho algún curso y empiezo a aclararme con todas esas latas y productos extraños que prometen milagros, así que te voy a contar cómo hacerle un tratamiento de belleza a cualquier mueble de madera que encuentres en el contenedor. De nada.
Lo primero, primerísimo, es lavar la pieza. Una esponjita, un poco de agua y a darle al brazo. Yo cambié el agua cuatro veces para limpiar esta caja y le añadí un poco de jabón casero. Ya verás la cantidad de porquería que sale de una cosa tan pequeña. Casi como si fuera un bebé.
Luego hubo que ser implacable y mirar la caja desde todos sus ángulos. Yo soy tozuda y me da igual, pero mi profe de restauración me dijo que hay que ver si vale la pena restaurar o no. Que hay muchas veces que la pieza es insalvable o de mala calidad y el resultado será igualmente malo.
Mi caja solo tenía un defecto, un tablón abierto en la parte de abajo (lo puedes ver en la foto anterior). Cuando tienes grietas o piezas sueltas que se pueden arreglar, lo mejor es usar pegamento de contacto ultrafuerte. Vamos, super glue de toda la vida. Así que eso hice: puse pegamento, hice palanca con el martillo para mantener la pieza pegada y al cabo de unos segundos ya lo tenía arreglado.
Y entonces empezó el lijado. Tengo una lijadora que es uno de mis máximos amores, pero se la presté (a regañadientes) a mi madre, así que tuve que usar un bloque de lija de grano medio y sufrir un poco. Pero poco, porque como no había restos de ninguna laca o barniz, la cosa fue bastante rápida.
Ya te oigo preguntar... "¿y si mi mueble tiene barniz, pintura o laca?" Pues existe una cosa llamada decapante. Es un gel que untas en tu pieza con un pincel o brocha y luego lo quitas frotando con lana de acero y se lleva también la pintura, la laca o lo que tengas. También puedes usar una pequeña espátula para ir arrancando los restos.
Si usas decapante, antes de lijar, tendrás que limpiar otra vez, esta vez con disolvente, para eliminar los restos de producto.
Por cierto, nunca lo digo, pero para hacer este tipo de trabajos, no te olvides de ponerte guantes. Los encuentras en cualquier ferretería, son bastante cómodos y te evitan heriditas, astillas de todo tipo y exposición a materiales químicos. Si además, como yo, tienes problemas respiratorios, no está de más usar una mascarilla para evitar aspirar polvo o gases.
Después de lijar, ya tienes la pieza lista para darle el acabado que quieras. Dudé un montón entre teñirla o no, pero al final decidí que no, que no hacía falta, que ya era bonita como era y que la quería en todo su esplendor viejuno. Pero si tú quieres darle un algo a tu mueble, ahora es el momento de teñirlo con algún tinte, pintarlo, o incluso hacerle un decoupage.
Yo le di una capa de tapaporos, que es un barniz sellador de color blanco que se vuelve transparente al secarse.
Al final lo acabé con un bañito de cera, aplicado con muñeca de algodón (¿te das cuenta de la cantidad de palabras técnicas que suelto? No sé si sé restaurar, pero me he quedado con todos, absolutamente todos los términos, para poder tener conversaciones súper profesionales.)
En mi caso, solo me quedó ponerle unas ruedas para poder meterlo bajo la mesita del comedor (que es fea, ya lo sé, pero todo de golpe no se puede. Ya veremos qué nos inventamos para ella en un futuro, lo prometo.) Elegí unas ruedas industriales, porque me parecía que le daban un rollo muy... no sé. Soy una nulidad en decoración. Me gustaron, me parecieron bonitas y se las encajé. Y creo que no han quedado mal.
Y ya está. Tenemos nueva caja para las mantas y caben muchas más. Esa que asoma y que está tejida con tantísimo cariño es mi Manta de la vida, a la que ya le quedan pocas vueltas para marcharse con su nueva familia.
Estoy extasiada con mi caja porque ha sido un proyecto de una tarde y me encanta como ha quedado. Me pone de buen humor. Y no puedo evitar pensar en las manzanas, las peras, las naranjas o las mandarinas que hubo ahí dentro algún día. Y eso me pone de mejor humor todavía.