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Entre puntada y puntada
VII
Todos los días pasan y todos los días llegan. Hasta los que se repiten machaconamente. Hoy es siempre todavía(1). Y éste no era distinto para los habituales del sotabanco de Españoleto, incluida la Gertru: Despertar, asearse, vestirse, desayunarse, fregar, hacer la cama, limpiar, lavar, tender, comprar, cocinar, trabajar? Y este día no prometía otras cosas. Las diferencias, las novedades corren por nuestra cuenta. Ni el sol, con todo su poder, es capaz de cambiar un día cualquiera. La vida nos debe la intriga, la imaginación, la ingenuidad de querer cambiar el mundo. Todo ello si no tienes que sobrevivir, porque, si es así, sobran las palabras. Como era el caso de Anselmo, tomador de todo menos del rumbo de su vida, existencia que a falta de voluntad propia, se dejaba llevar por otras o, quizá, por el qué dirán. En fin, que salvo el despertar, el resto de tareas cotidianas no las compartía con los antes citados, y este día ni eso. Su buhardilla, típica casa de dormir(2) pero particular, en el cuarto piso de la calle Palafox número once, habría agradecido, como el señor Jesús y él mismo dirían: Una mano (o dos) femenina; como si los varones no tuvieran manos, sino sólo cojones, que a veces uno piensa que es así.
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© Alfredo Alcain.
Anselmo iba camino de su buhardilla tan iracundo como desaliñado. Pasar la noche en blanco para no estar sin blanca, embozado en la oscuridad y agarrado al tinto, se paga. Mientras el cansancio tiraba de él hacia la cama, el alcohol le convencía para acercarse a la calle Españoleto. El alcohol le susurraba al oído: "Que no se rían del Anselmo". Palabras que terminaron por torcer sus pasos y encaminarlo hacia el nuevo domicilio de Gertru. En vez de girar por Eloy Gonzalo, siguió recto, cruzó la plaza de Chamberí y se llegó donde no debería haber ido. El portal número cuatro estaba entre una vaquería(3) y un colmado. La tienda de ultramarinos abría más tarde, pero el despacho de leche estaba ya abierto al público. Entró en la lechería, con puerta al portal, y observó que esa puerta estaba abierta con el fin de crear corriente y que el calor del ganado se disipara. Aunque realmente lo que se conseguía era aromatizar portal y escalera con los efluvios del ganado y sus circunstancias. Las parroquianas hacían cola para comprar su cuartillo de leche. Anselmo, a riesgo de llamar la atención por su sexo, se apoyó en el quicio de la puerta abierta a la derecha del despacho de leche. Desde allí podía ver todo el portal y el primer tramo de la escalera de madera. Sacó un palillo del bolsillo del ajado chaleco y se lo metió en la boca. No esperaba, ni deseaba nada, si acaso ver a Gertru, aunque la ira cada vez le crispaba y le cegaba más las entendederas: "Que no se rían del Anselmo".
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?Hoy bajo yo a por el pan ?propuso Gertru?. ¿Eso sí me lo dejaréis hacer, no?
?Bien está ?contestó la señora Casta, que llamó a voces a su hija?¡Reme!
?Qué, madre.
?Dale dinero a ésta pal pan. Que sa ofrecío pa ir a comprarlo.
?Toma ?salió Reme de su habitación?. Pero tiés que comprarlo en la Flor, en Argensola, si no a mi padre le da un suponcio.
De http://www.panoramio.com/photo/102638367, modificada
?Sí, sé donde. A veces doña Virtudes me mandaba allí a comprarlo.
?Pero no comprarías pa ellos el negro.
?¿Compro el de centeno entonces, señora Casta?
?Claro, hija. Este julio parece enero, por la cuesta. Y basta de darle a la mui, que cuanto antes vayas, antes desayunaremos. ¡Ah! Y de paso te subes dos cuartillos de leche de aquí abajo. Di ques pa nosotros, sino te la bautizan.
Pertrechada con el capacho que contenía la lechera, Gertru se despidió. Ya en la escalera los suspiros arreciaron según la bajaba. Pero al llegar al segundo pensó en la familia que dejaba arriba y una pequeña sonrisa borró el rictus de severidad que mantenía desde la pérdida de su anterior empleo. Y, ya en el primero, esa sonrisa dejó paso a un canturreo aprendido en su pueblo natal: Cuatro pañuelucos tengo, olé, olé, y los cuatro son de seda?(4).
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?Hoy no vendré a comer, Servanda. Tengo mucho trabajo atrasado en la fábrica.
?Pues sí que se va temprano el señor. Pero llévese algo, que lo hay.
?No. Comeré en la fábrica.
?Pero si le pilla a dos pasos.
?Dos pasos que me harían perder el tiempo y el hilo.
?¿Entonces, despierto a Juanín, don Mauro?
?No, déjele dormir. Ayer le oí trastear hasta tarde. Le tiene usted muy consentido.
?Y usted, si me lo permite, es muy exigente con él. Es muy pequeñín.
?Bueno, no es momento, Servanda. Hasta la noche.
?Adiós, señor, que tenga un buen día.
Por la escalera, don Mauro ya había conectado con la fábrica, por eso no oyó el canturreo que llevaba Gertru, que un segundo antes había pasado ante su puerta con los cuatro pañuelucos y la media sonrisa.
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En el momento en que las dos miradas masculinas confluyeron en Gertru, una por delante y la otra por detrás, los acontecimientos se precipitaron. Don Mauro, desde el último rellano de la escalera por bajar, observó, estorbado por la joven, cómo alguien salía precipitada y mágicamente de la pared derecha del portal.
[Continuará]
(1) Antonio Machado.
(2) De Barquillo a Chueca, Tansformación y glamour de un barrio madrileño. Bernardo Veksler. Ed. Vision Net, 2005. Pág. 123:
(3) El 1 de Septiembre de 1964 (04-08-1964 Decreto de la Presidencia del Gobierno( se prohibió en Madrid la venta al público de la leche reconstituida. Aunque entre el 1 de noviembre y el 30 de diciembre fue cuando la leche destinada al consumo directo por los madrileños debería estar pasteurizada y envasada y proceder de Centrales Lecheras u otros centros de higienización autorizados. Fuente www.hemeroteca.abc.es.
(4) Canción popular asturiana.
Nota del autor:
Como creo que son los lectores aquéllos que dan vida a una historia escrita, y como creo que vuestro consejo me servirá para seguir con estas entregas, habréis de involucraros en su desarrollo. Me gustaría que participarais votando por una de las opciones que deja la situación donde se ha quedado:
1ª Anselmo se va sin hacer nada.
2ª Anselmo ataca a Gertru, pero no la mata.
3ª Anselmo ataca a Gertru, no la mata, pero sí a su futuro bebé.
4ª Anselmo mata a Gertru.
5ª Propón tú lo que quieras, aunque como la votación es secreta, pocos coincidirán contigo, jeje. Pero me darás ideas.
Vosotros decidís. Y en el caso de que no lo hagáis, como yo también votaré, me tocará a mí continuar, pero no os lo perdonaré, jeje.
Para votar, y que no os influyáis unos a otros, pinchad aquí (o envía tu voto a este correro relatoscosoquetecoso@gmail.com) para emitir vuestro voto a través de un correo electrónico que sólo conoceré yo. Y hacedlo cuanto antes para que me dé tiempo a hilvanar la historia según el resultado de la votación. Muchas gracias.
El resultado de la votación se publicará tras la octava entrega, es decir, se conocerá la votación después de que hayáis leído la VIIIª entrega, si no, no habría intriga. Gracias por colaborar.