Las mujeres de mi familia, bisabuelas, abuelas, mi madre... todas han tenido las manos fuertes para trabajar en el campo y delicadas para hacer labores de punto y costura.
De pequeña aprendí punto de cruz, a bordar a mano, a máquina... También hice mis pinitos con el punto, aunque no me convenció y lo dejé pronto.
Mi abuela me enseñó algo de ganchillo, para tenerme entretenida uno de los veranos que pasabamos con los abuelos. Al principio mucha cadeneta y luego una flor, que cuando al fín terminaba y se la enseñaba, me decía, Está muy bien (mientras me la deshacía), haz otra.
Y así una vez, y otra vez, y otra...
Yo veía que eso no iba a ningun lado, que no avanzaba, no veía resultados. Y lo dejé.
Guardé la aguja en el costurero y no volví a tocarla.
Cuando Juan Carlos Cruz , me preguntó si le podría tejer algún gorro para sus sesiones de Recien Nacido y Reportajes Infantiles, me obligué a superar ese antiguo "trauma".
40 Años después, coger una aguja de ganchillo ha sido como ponerme el anillo único... no puedo soltarla.