Buenas tardes. Me llamo Einn, he visto el cartel y me gustaría que me informase acerca del trabajo.
Bien. En primer lugar desearía preguntarle acerca de que le parece que no esté envuelto en tiras de luces de navidad.
Aquella primera pregunta me dejo un poco descolocado, entre otras cosas porque la instalación si la llevaba, lo que ocurría es que sin bombillas. Valorando todas las posibles respuestas y sus implicaciones le conteste:
No me había dado cuenta. Pero ahora que lo dice si me parece un poco raro, (madre mía, raro no llevar luces de Navidad por todo el cuerpo?)
He intentado muchas veces llevarlas, créame, pero es que así me cuesta menos conciliar el sueño.
Asentí. Parecía que el tema estaba zanjado y me quede esperando que el hombre hablase de algo más normal.
El trabajo es para un hotel situado en Ybuti, en la ciudad de Dorra. Es un hotel de 5 estrellas perteneciente a una acaudalada familia española con raíces en este pueblo, razón por la que aquí se hace la selección de personal. El trabajo, en principio es de cazador. Se trata más bien de proteger a los clientes de los posibles ataques de animales salvajes. ¿Tiene alguna experiencia en este sentido?
Bueno?, sí. La verdad es que sí. Durante bastante tiempo, todos los días disparaba más de cien veces y siempre estaba rodeado de animales salvajes.
Mentí, pero me acorde de cuando trabajaba en la feria, en la caseta de tiro al palillo, estaba siempre con el rifle de perdigones en la mano y además también trabaje en la atracción de los ponis y estos estaban medio asilvestrados, o sea, que tampoco era una bola tan grande?
Tras una hora de entrevista con preguntas memorables tales como ¿tú eres más de Batman o de Di Stéfano?, salí de allí con el trabajo en mis manos. Si no pasaba nada el lunes siguiente me incorporaría a mi nuevo puesto. Ilusión.
África.
Vale. Me encontraba por fin en África. El vuelo había sido tranquilo. El terrorista con cinturón lleno de cartuchos de dinamita había resultado ser un chalado sobradamente conocido por la tripulación del aparato. Al parecer hacia el mismo show todas las semanas, y estaban tan acostumbrados que incluso lo avisaron por megafonía dos o tres minutos antes de que ocurriera. Aun así resultaba curioso ver a un tío levantarse de su asiento gritando “¡Voy a volar este avión en pedazos!”, y ver como las azafatas se partían el pecho de la risa. Como había pasajeros que no se enteraron del mensaje emitido por el comandante ya que estaban durmiendo o con auriculares puestos, el ver las caras de pánico de estos, mientras al resto del pasaje se retorcían de la risa en sus asientos, fue impagable.
Justo cuando salía del aeropuerto y me disponía a tomar un taxi al hotel, ví al otro lado de la carretera cómo se acercaba un león andando lentamente. El pánico se apoderó de mí y no pude siquiera mover un musculo, era algo extraño, pues la gente también lo veía y no parecían asustarse. Estuvo mirando desde la otra parte de la carretera unos minutos y luego se marchó. Permanecí quieto bastante tiempo, creo recordar que fueron como tres días o así, pero al final empecé a moverme poco a poco y recupere la normalidad justo antes de que empezaran a usarme como poste eléctrico.
El hotel.
Mi llegada al hotel fue, la verdad, un poco decepcionante. Lo primero, el nombre. ¿Cómo se puede llamar "Grand Hotel & Imperial Resort Chabola III" a un hotel de cinco estrellas?, y después, la situación. El Chabola III, se encuentra ubicado junto al Chabola y el Chabola II con lo que aquello se puede llamar zona de chabolas.
El propietario, se llama Don José García III. Me cuentan que es un hombre muy campechano y si le llamas Pepe Chabola que es como le llaman todos, incluidos sus padres e hijos, solo te azota durante diecisiete minutos y después te sonríe, te muestra los bíceps y te da agua.
Nada más llegar me presenté al recepcionista y le dije que venía a ocupar el puesto de gran cazador blanco para el que me habían contratado. Aquellas primeras risas ya debieron de haberme dejado clara la situación, pero lo cierto es que no me esperaba lo que sucedió a continuación. Me dieron el uniforme que era como el de un botones y en lugar de entregarme un rifle en condiciones con su munición y todo, me dieron una pequeña raqueta de tenis de esas que están electrificadas y sirven solo para matar insectos a base de descargas eléctricas.
Me pasaba los días electrocutando bichos que pasaban cerca de los clientes cuando estos estaban sentados en el bar o en la disco. He de reconocer que la cosa acabo enganchándome ya que me producía un efecto hipnótico las chispas que salían de la raqueta cuando un insecto caía entre sus cuerdas. El espectáculo era especialmente "pirotécnico" en la zona de reservados de la discoteca, de donde llegaron a tirarme varias veces ya que los clientes decían que tanta chispa les dejaba ciegos, aunque yo creo que era porque el ambiente se iluminaba y sus parejas les veían las caras. Sea como fuere, en el hotel me llamaban el acomodador y al estar todo el día rodeado de chispazos, empecé a perderle un poco el respeto al tema de la electricidad.
Un día unos clientes estaban tomando un brunch en la terraza del hotel y comenzó a llover mientras yo les protegía de unos mosquitos bastante grandes, (uno de ellos llevaba incluso publicidad en un lateral). Justo al darle al botón que activa el mecanismo de electrocución, cayo un rayo del cielo e impactó tan cerca de mí que, si bien no me provocó ningún daño físico si me ocasionó una situación de stres post traumático. Durante días fui como zombi por El Chabola electrocutando con la raqueta a los clientes, así hasta que me sustituyeron temporalmente la raqueta por un sonajero.
Una anécdota
El recepcionista, era muy aficionado a utilizar siglas para todo. Comentaba por ejemplo algo de la "RENFE" y luego te aclaraba "Red Nacional de los Ferrocarriles Españoles". Los empleados coincidíamos en que era exasperante, así que, un día fui y le dije que en el bar había una señora que llevaba una falda "S.T.V.T.L.B". Javivi, que así se llamaba el recepcionista, asintió sonriendo como si supiera exactamente lo que le había querido decir, que era que la señora llevaba una falda "Se Te Ven To Las Bragas"
Fueron días felices, que ahora recuerdo con nostalgia, pero he de reconocer que también había momentos en los que me sentía tristón, entonces me pasaba la raqueta por el pelo y salían pequeñas chispas, lo que me transportaba a los días en los que trabajaba en la feria, en los coches de choque.
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