La paciencia es el arte de ocultar tu impaciencia.

Una de las cosas que menos me gustan de hacer jabones, es el tiempo que hay que esperar antes de poder usarlos.

Y es que en el momento que lo desmoldas, ya querrías usarlo.

Al sacarlo del molde, lo miras, lo remiras, lo tocas. Ummm, parece que el color ha quedado bien, lo voy a cortar.

Lo empiezas a cortar y ya ahí vas viendo, si está muy duro, si se te rompe al cortarlo, si está blandengue, la suerte está echada, puede pasar de todo.

Y no solo eso sino que además una vez cortado, tampoco puedes usarlo.

- Ay madre si es que me puede la impaciencia.

-Que no puedes usarlo te estoy diciendo, no seas cansina. Venga ponlo en algún sitio cómodo porque ahí se va a tirar entre 30/40 días.

-Si? Tanto? Tu crees? No será mucho?.

-Que paciencia tengo que tener contigo....

Cada día te levantas por la mañana y vas a mirarlo, día 1 piensas.

Al día siguiente lo mismo, pero aquí además le pasas el dedito por encima, día 2.

Y al día siguiente lo mismo, y al otro y al otro. Y perdiendo la cuenta de los días, una mañana lo miras y dices:

-Yo creo que esto ya tiene que estar, yo lo veo ya duro y perfecto.

-Pues no, no está. Solo llevamos 10 días.

-No hombre no, seguro que has contado mal.

-Ni se te ocurra usar el jabón hasta que no esté listo.

Esto que podría ser una conversación conmigo misma o incluso con el propio jabón se llama impaciencia y para hacer jabones la impaciencia no es una buena compañera.

Y es que la paciencia es el arte de ocultar tu impaciencia.

Yo he ocultado mi impaciencia con paciencia y hoy he usado el jabón de girasol que hice hace un poco más de un mes.

Me gusta!!

Que la paciencia os acompañe....



Fuente: este post proviene de Los Jabones de Paula, donde puedes consultar el contenido original.
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