Einn y sus locas historias:

¿Cómo se me pudo ocurrir? Por circunstancias que no deseo explicar ahora tuve que mudarme a un barrio bastante conflictivo donde si manifiestas cualquier debilidad estás muerto. Allí imperaba la ley del más fuerte y desde el momento en el que llegué me di cuenta de que tenía que hacerme respetar para que me dejaran tranquilo las numerosas bandas que lo poblaban. Como tenía que adquirir fama de duro, comencé a contar cosas como que me habían caído algunos rayos y no me había sucedido nada, aunque vosotros ya sabréis de otros capítulos,  que cuando me pasaba esto me quedaba bastante perjudicado.

Os cuento esto para que podáis entender en el lio que me metí cuando unos periodistas que estaban por el barrio decidieron, cámara de televisión y micro en mano, preguntarme acerca del nuevo record que había conseguido un antiguo residente de mi misma calle.

-¿Qué le parece el nuevo record que ha conseguido el señor Jumping?

-¿De qué record me está hablando?

-¡Jumping ha conseguido saltar con un coche, el espacio equivalente a otros 25 coches, es decir 100 metros!

Me disponía a contestar que aunque me parecía temerario, aquello era una hazaña y que estaba orgulloso de que ese gran showman perteneciese a nuestra comunidad, cuando de pronto me vi rodeado por miembros de una de las bandas más agresivas del barrio y sin quererlo dije de la manera más barrio bajera que pude:

-Puesss yo me salto 16 autobuses en silla de ruedas cuando quieras y donde quieras.

Rápidamente mis nuevos colegas me jalearon y alguno de ellos que al parecer conocía mis historias de los rayos las resumió y añadió que en el barrio se me conocía como El Inmortal. Sin dejarme reaccionar siquiera, el periodista del micrófono me espetó:

-¿Estaría dispuesto a demostrarnos eso en un programa televisado? ¿Tenemos un programa que se llama Megahostión que se ajusta a su desafío y además el premio se le entregaría a la organización caritativa que usted designase?

¡Maemia! Negarme suponía que tendría que cambiar de casa y una gran paliza propinada por gentileza de los representantes de todas las bandas del barrio. No podía permitirme ninguna de las opciones, pero aceptar el reto suponía fracaso y muerte. No podía echarme a llorar así que con una sonrisa trémula dije:

-¡Maemia!

-¿Cómo?

-No, digo que acepto y quiero que le entreguen el premio a los niños que solo pueden pronunciar ¡maemia!

Me indicaron que me informarían de cuándo se iba a rodar el programa y me asignaron a una persona que se encargaría de ayudarme a realizar el reto. Quedamos en que me recogerían al día siguiente.

Una vez solo en casa comencé a llorar. Repasé mentalmente los peores momentos de mi vida y no encontré uno peor. ¡16 autobuses, por Dios! ¿Cómo se me había ocurrido aquello? ¿No podía haber dicho uno? ¡Y en silla de ruedas! Me quería morir y probablemente iba a hacerlo en unos días. Esa noche la pasé llorando y riendo histéricamente. Me hice varios bocatas de panceta pero no recuerdo haberme comido ninguno. Pensé en fugarme, pero apostada delante de mi puerta había una muchedumbre compuesta por miembros de bandas que esperaban para pedirme autógrafos y jalearme, con lo que la huida era imposible. Encendí la tele y no paraban de repetir la entrevista que me habían hecho. Al parecer todo el mundo estaba enterado. Sonó el teléfono y cuando lo descolgué una voz me dijo que era el alcalde. Me informó que la donación a los necesitados me convertía no en un temerario, sino en un héroe y se despidió diciendo que todos estaban orgullosos de mí. No pude decir ni adiós. Agotado por los nervios, finalmente, me dormí.

Me desperté sobresaltado por el timbre. Tenía una loncha de panceta en la frente y la cama llena de bocatas. Abrí la puerta y allí estaba Klaus, un tipo con una gran pajarita, preguntándome por donde empezábamos. Sollozando le dije que había que conseguir una silla de ruedas, así que me llevo a una tienda donde me preguntaron qué uso iba a darle. Hipando por el disgusto, conseguí explicar que era para saltar 16 autobuses. El dueño de la tienda, sin inmutarse,  me recomendó una bastante ligera y me regalo otra para después del salto diciéndome "la necesitaras". Tras dejar la tienda acudimos al estadio donde se grabaría el espectáculo. Cuando vi los 16 autobuses en fila casi me da un jamacuco allí mismo. Le dije a Klaus, por si colaba, que yo había pensado en minibuses de esos que se usan para las despedidas de soltero o para transporte escolar, pero él me dijo que yo había dicho autobuses y autobuses tenía. Pensé que Klaus era una mala persona. Bueno, vale, lo que realmente pensé es que era un hijo de p**a y un c***ón y que si hubiese sido por él seguro que los autobuses hubieran sido de esos dobles que llevan fuelle en medio. Bien, ahora llegaba el momento de ponerle el motor a la silla ya que solo con los brazos no podía ni subir la rampa de lanzamiento. Nos dirigimos a un taller especializado en potenciar motores para coches de carreras. Cuando llegamos y les enseñé el vehículo al que tenían que montar un motor súper potente casi se parten el ojete, pero como habían visto el anuncio en la tele me ayudaron en todo lo que pudieron, aunque a mí, sinceramente 800 cv de potencia se me antojaban un poco cortos. En el camino le había hablado a Klaus acerca de la posibilidad de acoplarle unas alas a la silla de ruedas y así convertirla en una especie de ultraligero modelo Stephen Hawking, pero me dijo que no. C***ón. A estas alturas yo solo pensaba en que me acoplaran un cohete  y un paracaídas para aterrizar pero nuevamente me dijeron que eso no valía. Cuando acabaron de colocarle el motor a la silla, estaba irreconocible, parecía la máquina del tiempo de la peli de 1960 basada en el libro de H.G.Wells

maquina del tiempo
http://www.nationalgeographic.com.es/

 

 

La dejamos en el estadio, preparada para el salto del día siguiente y a mí me llevaron a casa.

Desesperado pensé en el suicidio, pero lo descarté pensando que probablemente el salto lo haría por mí. Me encomendé a San Paul McCartney y encendí la tele donde estaban emitiendo el anuncio del evento, indicando que para el que quisiera verlo en vivo era gratuito. Tras el anuncio volvieron a emitir la maldita entrevista en la que salía yo diciendo "Puesss yo me salto 16 autobuses en silla de ruedas cuando quieras y donde quieras". De nuevo comencé a lloriquear hasta que de pronto, se me ocurrió una idea que tal vez consiguiera salvarme el trasero. Animado, fui a prepararme un bocata de panceta pero al parecer la había gastado toda inútilmente la noche anterior así que como posible ultima cena me comí un trozo de brécol un poco pasadito y de postre un Almax de sobre que esta medio dulcecito y bueno.

Me desperté y esperé a Klaus. Cuando llegó le dije que su nombre suena como llaves en valenciano y que quería hacer algunas pequeñas modificaciones en el "evento". Una vez en el estadio, que ya empezaba a llenarse, le comenté que quería que añadiesen tres autobuses más. Esto pareció alegrarle mucho y no tardaron en colocarlos. Luego le dije que quería que quitasen las butacas de los dos primeros y del último de los autobuses. Esto le extrañó bastante, pero le dije que era por mi seguridad. Si el salto salía mal seguramente sería al principio o al final de la hilera de buses, y así, en caso de caer por el techo y romperlo, por lo menos no caería sobre angulosas butacas y sería más fácil limpiar mis restos. Con esa explicación lo convencí.  Ahora solo quedaba pedirle una cosa y le dije que aunque era un poco rara, por favor me la concediera a modo de última voluntad. Como Klaus dio el visto bueno, les pedí a los carpinteros que instalasen  unas rampas en las puertas traseras y delanteras de los dos primeros autobuses y del último. Una vez estuvieron, me coloque en la línea de salida donde se encontraba la silla de ruedas. Cuando me entregaron el micrófono agradecí al público, que ya abarrotaba el recinto, su presencia y encendí el motor. Se hizo el silencio en las gradas. Lentamente aceleré y en lugar de tomar el camino de la rampa de salto me dirigí a la rampa trasera del primer autobús y la subí, entrando por ese extremo y saliendo por la parte de delante. Repetí la operación con el segundo autobús y luego pase por el lado de 16 de los autobuses me dirigí hacia el último autobús de la fila. Nuevamente subí la rampa de la parte trasera del autobús final y salí por la delantera. Apague el motor y bajé de la silla. Me encamine hacia el micrófono más cercano y dije gritando:

-¡A tomar por culo, prueba superada, c****nes, que me queríais ver morir!

Como vi cierta extrañeza en los cincuenta mil rostros del estadio que estaban con la boca abierta, decidí explicarles que yo había dicho textualmente "Yo me salto 16 autobuses en silla de ruedas cuando quieras y donde quieras" y es lo que había hecho. De una fila de 19 autobuses había entrado en los dos primeros, luego me había saltado los 16 siguientes y había entrado en el último y todo en silla de ruedas.

No hubo ningún aplauso pero pude seguir viviendo en el barrio y a los niños del Maemia les dieron el premio. Además conserve la segunda silla de ruedas que me regalo el de la tienda, por si la necesito algún día?

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