Me gusta hablar de amor, quiero pensar que es lo que mueve el mundo. Podría pasar horas oyendo esas grandes historias de lucha, de superación, de reivindicación, de fuerza, de pasión, de clandestinidad… En definitiva, de amor.
Si existe un sentimiento con la misma magnitud, estoy convencida de que únicamente es el del desamor. El arte, en todas sus expresiones es uno de los escaparates en los que se muestra su potencia. Grandes obras se han realizado en consonancia con este estado. Es más, puede que las más bellas canciones, obras literarias y representaciones pictóricas, sean producto de dicho estado emocional.
En mi opinión, el desamor está demasiado minusvalorado. Se le suele otorgar un cariz negativo, de fracaso, de pérdida. Puede que así sea. Pero puede que sea un camino hacia la libertad, hacia el orden, hacia la seguridad, hacia la mejora de la autoestima.
¿Y tú, cómo lo definirías?
Es innegable que es un proceso, y que dependiendo de la situación que lo provoque y de la gestión que se haga con el mismo, puede ser más o menos duro. En este sentido, haría al menos cuatro distinciones:
Cuando la pareja funciona pero son los factores externos los que fuerza la ruptura.
Cuando es la otra persona la que deja la relación y no hay opciones a elegir.
Cuando hay amor, pero son el miedo y la cobardía, los que impiden establecer compromiso alguno, no arriesgarse y de este modo, dejar partir a la persona amada.
Cuando se continúa con una relación marcada por el desamor para no perder la zona de confort.
Por lo tanto, es un sentimiento en el que la gestión y el duelo emocional pueden ser diversos. El duelo emocional es el tiempo en el que es preciso asimilar lo ocurrido y reestructurar cada realidad. Este proceso puede ir acompañado de negación, de tristeza, de rabia, de ausencia de reacción o se puede vivir desde la aceptación, desde la liberación y desde el aprendizaje.
Aventurarse a dar pautas universales me parece arriesgado, ya que son muchos los factores a tener en cuenta, bien es cierto que de forma muy general, se podrían tener en cuenta los siguientes aspectos:
Valorar lo sucedido con perspectiva puede hacer que se interprete de un modo más claro que desde el impacto inicial.
Poner distancia, y no me refiero a la distancia física, que dependiendo de la situación puede ser o no necesaria, sino a la distancia emocional, es decir, trabajar desde la asertividad. Las relaciones sociales y afectivas, o van o no van. Cuando una de las partes no está por la labor, a pesar de haber intentado distintas estrategias, puede que poner límites sea una acción que contribuya a fomentar relaciones constructivas.
Acotar en la medida que sea posible los pensamientos. La mente es magnífica, pero en determinadas ocasiones, puede llegar a ser caprichosa y funcionar en bucle, con pensamientos recurrentes que lo único que pretenden suele ser buscar razones, culpables…Ser consciente de ello e intentar reformularlos, convirtiéndolos en menos negativos puede contribuir a sobrellevar mejor la situación.
Dar permisos para tener momentos, días o incluso etapas de bajón, es lícito. Pensar en lo sucedido y emplearlo para mejorar, respetar el propio ritmo, ponerle voz a los sentimientos, pueden ser factores liberadores y facilitadores.
Buscar ayuda ya no tanto profesional, que en alguna situación puede ser precisa, sino apoyo y acompañamiento de personas de confianza, de esas que hacen crecer, que escuchan, que no juzgan. Aquellas que dan fuerza para mirar a los miedos de frente, sin titubeos.
Todo ello me hace entender el desamor como una oportunidad para sentir. Para crecer. Para vivir.
Como una forma de amar.
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#Comienzaturevolucion