Hoy dedico una entrada a las casualidades. Os cuento.
Una mañana recibí un mail de Belika Acien. Se presentaba contándome que me acababa de descubrir y me explicaba que en una entrada de su blog dedicada a las talegas de pan me reservaba un huequito. Inmediatamente seguí el enlace y leí algunas de sus recetas además del post en cuestión (pinchado aquí lo puedes leer). Quedé muy agradecida, pero mi cabecita no paraba: ¿de qué me sonaba tantísimo ese nombre? ¡Hasta que al fin me di cuenta!!!
Resulta que uno de los libros de Belika es mi favorito de todos lo de cocina que tengo. Acudo a él en numerosas ocasiones y lo tengo lleno de anotaciones a lápiz. El bacalao a la yerbabuena, la sopa de coles, los huevos croquetones, la caldereta de cordero o el arroz con leche lo hago siguiendo sus indicaciones. Además, me encanta porque me resulta imprescindible cuando me atrevo con recetas tradicionales como aceitunas aliñás o dulce de cidra.
Ha sido una feliz coincidencia que me ha hecho mucha ilusión porque finalmente: ¿quién descubrió primero a quién?
Al día siguiente, comiendo en un restaurante de Monchique (Portugal), me llamó mucho la atención que el pan no lo traían a la mesa en una cestita o panera, sino en una taleguilla hecha con retales de tela. Miré a mi alrededor y vi que todas las mesas tenían su taleguilla y aunque la mía era la más feilla, le hice una foto.
A la mañana siguiente, en otro pueblo cercano, las calles estaban decoradas con un Belén de figuras gigantes y uno de los pastores, ¿adivináis qué llevaba? Sí!!!! una taleguilla hecha con retales.
Por ese día no tuve más coincidencias, pero poco después llegaron, no exactamente relacionadas con las talegas, pero sí con el patchwork y las labores en general.
Visitando en una aldeita la casa en ruinas que se ha comprado un sobrino para restaurarla, abrí uno de los cajones de una cómoda que estaba allí abandonada y rodeada de polvo. Había novelitas por entregas de principios de siglo, una plancha de 125 voltios, herramientas de campo oxidadas... y un gráfico de punto de cruz. En situaciones así la imaginación se dispara pensando quién seguiría este gráfico para hacer qué.
¿Y sabéis qué otra coincidencia os tengo que contar? Pues veréis, de aquella casa en ruinas nos fuimos al casino de la aldea. Un local grande, más grande que la aldea, diría yo, decorado con fotografías antiguas y un zócalo de azulejos en tonos marrones con una forma geométrica muy familiar. Lo miré, lo volví a mirar.... y lo fotografié. Era inevitable, las casualidades me perseguían.
Y con este log cabin me despido. Entre una cosa y otra no os he enseñado ningún trabajo mío, ¡con la de cositas que tengo por publicar, será el próximo día. Sed felices y gracias por vuestra visita!!