Eso sí, antes de que se fuera de madre empecé a recoger sólo eso a lo que le veo un uso claro. Se acabaron los porsiacasos. Es liberador, tanto que lo voy aplicando poco a poco en mi trastero (y a mi vida). Lo de tener por tener, se quedó en el pasado.
Y ahí está: mi cabecero de cama de cuando era niña, heredado y con más años que yo. Cuando me negué a tirarlo, empecé a darle vueltas ¿para qué podría servir? Conste que de no habérseme ocurrido nada, lo más probable es que mi churri y yo durmiéramos en una cama de 90, sólo para que pudiera demostrar que todavía era una pieza necesaria e imprescindible en mi vida.
Pero por suerte para nuestro descanso, vi clarísimo que eso ya no era un cabecero de cama: era la parte de atrás de un banquito. Un poco más tarde, encontré una butaca tirada. Fea como ella sola, pero con unos braceros que estaba clarísimo que eran los de mi banquito…
Ya sólo faltaba el detonante para ponerme en marcha ¡y no podía ser otro que un desafío Handbox! Resulta que Ceys se ha hecho cuenta en Instagram (@ceys_montack) y para estrenarla nos han mandado un producto de la línea Montack con la proposición indecente de que hagamos lo que queramos con él.
¡Al lío!
Aquí podéis ver el cabecero, braceros y patas rescatados.
Lo primero, además de limpiarlo, fue quitar todos los clavos, puntillas, chinchetas y restos de tapicería a las patas.
Como podéis ver, eran una pieza completa que componía la pata y parte del bracero. Así que para poder utilizarlas, tuve que cortarlas en dos.
La madera del asiento la pedí cortada a la medida, pero fue necesario hacer un rebaje para que encajara a la perfección con el respaldo. Como va con pegamento, cuanta mayor sea la superficie de contacto, mejor.
Marqué con un lápiz, corté con una sierra y terminé de ajustar con una super lima. También aproveché para redondear las esquinas.
Ahora ¡a pegar!
Para el asiento, utilicé espigas de madera. Para ello, hay que hacer agujeros en ambos lados (asiento y respaldo) que coincidan perfectamente. Luego puse montack en los agujeros de los dos lados y en todo el cordón dónde se juntan ambas piezas. Encajar, apretar ¡y dejar secar!
tip: Me encontré con un problema bastante habitual, la madera estaba ligeramente combada. Si te pasa esto, antes de usarla remójala bien (mejor al sol) y déjala secar con peso encima
A continuación, las patas. También le puse una espiga a cada pata y el proceso es el mismo.
Y finalmente los braceros. Eran más largos de lo que necesitaba, así que los corté. ¡Mide diez veces y corta una! Además los rebajé con la lima para que cuadraran a la perfección.
Para pegarlos, raspé un poco ambas superficies. De este modo tienen más agarre.
¡Ya tenemos el armazón! Llegados a este punto, tengo que avisar que mi banquito es decorativo. Si quisierais hacer algo parecido para usarlo, hay que reforzar las patas (tanto si es pegado como si es atornillado).
Para los huecos, utilicé una celosía vieja de madera cortada a medida y los embellecedores que ya tenía. Por supuesto, pegados.
¡a pintar!
Al día siguiente le di una primera mano de rosa y otra de mezclas de azules y verdes. Todavía no tengo muy clara la decoración final del banquito ¡así que esto lo dejo para más adelante!
Está claro que no todo el mundo va a encontrar el mismo cabecero y braceros. Pero quiero que veáis que los muebles no sólo se pueden reciclar, sino que con un poco de imaginación los podemos transformar en otro completamente deferente.
¡el desafío para vosotras!
Hasta el día 10 podéis votar vuestro (o vuestros) proyecto favorito en la cuenta de Instagram de @Ceys_Montack, y a partir del día 15 de febrero, hasta el 15 de marzo ¡podéis subir el vuestro! Sólo tenéis que poner el hashtag #ceysmontack en la foto de vuestro proyecto en Instagram ¡y podéis llevaros una cámara POLAROID Z2300!
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