La Navidad es tiempo de reuniones entrañables. Toda la casa se adorna como en ningún momento del año, y queremos expresar a nuestros familiares y amigos la acogida más cálida, antes incluso de abrirles la puerta. Por ello vamos a elaborar un típico elemento decorativo, que comunique tales deseos de bienvenida y felicidad.
Siguiendo el ejemplo de las foreras, que explotan el corcho blanco a más y mejor en sus adornos navideños, hemos recurrido al mismo material, tan polivalente y manejable. Las planchas se venden en cualquier almacén de construcción. Nuestro plan es realizar un letrero rústico, que evocará una señal de madera en el campo fresco y nevado de la época.
Hemos troceado la plancha con las manos, para conseguir un efecto artesanal muy atractivo. Guardaremos los pedazos menudos que se han desprendido, porque más adelante serán parte protagonista de nuestro diseño. Comenzamos vertiendo directamente sobre el corcho dos pátinas al aceite, de colores rojo y gris. Nos hemos puesto unos guantes de nitrilo que protegen la piel de cualquier irritación.
En este tipo de trabajos, debemos procurar que los colores se mezclen de manera irregular, obteniendo así la rica paleta de tonos que caracteriza a los objetos naturales. Con las pátinas al aceite conseguiremos fácilmente ese efecto bonito y cálido.
Añadimos una témpera al agua de color dorado, tras dejarla evaporarse ligeramente. La extendemos bien, para que se ligue con las pátinas.
La mezcla de los tres productos da unas gradaciones traslúcidas, aportando unos reflejos aquí y allá que matizan bellamente los tonos. Si en vez de pátinas hubiéramos empleado un esmalte, habríamos ocultado la textura, y la base perdería gran parte de su gracia. La tonalidad final dependerá de los colores y las proporciones de la mezcla; en nuestro caso escogimos gris y rojo oscuro, ya que deseábamos una coloración semejante a los troncos de los árboles.
Iniciamos la segunda fase de la tarea. Con las bolitas sobrantes que habíamos reservado, haremos las típicas bayas de muérdago. En la parte superior teñimos con acuarela una leve sombra verdosa, donde luego pegaremos dos hojas que completarán la ilusión de nuestra ramita navideña.
Hemos probado varios adhesivos hasta decantarnos por la cola térmica. Rápidamente va surgiendo un apretado racimo silvestre, que pintamos en intenso color rojo.
Ahora buscamos un color, también en acuarela, que destaque sobre el fondo, pero no demasiado, porque luego añadiremos una purpurina que será el ingrediente más festivo del letrero. Tras varios tanteos, seleccionamos un azul cobalto, y empezamos a pintar con la acuarela espesa, cogida directamente del tubo, sin aguarla.
Con las letras todavía húmedas, las salpicamos con purpurina azul, dejando así el brillo ‘impreso’ en el rótulo.
Mientras el texto se va secando, añadiremos unas hojas procedentes de cualquier ramo de flores de tela que tengamos en casa. Las recortamos con las tijeras, para que tengan la silueta espinosa característica de la hoja del muérdago, y las pegamos también con cola termoadhesiva.
A continuación, les daremos un pequeño toque con la pasta de oro, rozando con los dedos para hacer resaltar los nervios de las hojitas. Esperamos que ese importante detalle quede perfectamente seco, y procedemos a colorear el canto de nuestra pieza navideña.
Una vez seco el cartel, ya podemos ponerlo donde nos apetezca. Lo más propio es colocarlo en la entrada de la casa; bastan para ello dos gotas de pegamento térmico, ya que la pieza es ligerísima. Acabadas las fiestas, lo retiraremos sin problema puesto que el adhesivo no deja huella. La misma técnica de este adorno os servirá para realizar otras manualidades a juego, como tapaderas de caja, adornos para el árbol, y centros de mesa, en muchos ratos de agradables preparativos.