La entrada de hoy tenía muchísimas ganas de publicarla y que la pudierais leer conmigo. No yo sóla, como he hecho un montón de veces desde que me la paso Maribel.Os va a encantar, no os adelanto nada, os dejo con ella.
Padres imperfectos y la fórmula mágica.
El otro día, al entrar con mi hijo de casi 8 años en el hospital para su control de alergia, nos paró un chico de una ONG que ayudaba a niños sin recursos. Llegábamos pronto, no tenía ninguna prisa por subir a la planta a estar allí sentados mirando el reloj hasta la cita. Sin embargo, cuando el chico se acercó y me soltó su parrafada, solo supe contestar de forma instintiva y sin pensarlo: -tengo prisa, luego al bajar te atiendo, disculpa-. Y ahí quedó el asunto.
3 horas después al bajar de nuevo después de terminar lo que habíamos venido a hacer, ya ni recordaba aquello. Mirando el móvil, buscando las llaves, no sé qué estaría haciendo cuando note que mi hijo tiraba incesante de mi brazo y me decía: -mami, ahí está el chico al que has dicho que luego atendías- Descolocada, tiré el niño hacía la puerta de salida, con un -déjate cariño, tenemos prisa-.
En el coche como no podía ser de otra manera, tenía un niño confuso, pensando por qué su madre había hecho lo contrario de lo que siempre le había enseñado. Y no supe qué decir.
Recuerdo que desde la niñez quise ser mamá. Siempre con muñecas y aquella actitud sobre-protectora sobre mi hermano pequeño. Después en el proceso estudiantil se me olvidó por completo aquello. Nos educaban en ser mujeres independientes, profesionales, únicas, súper woman´s del Derecho. Y pasé unos años distraída, sin pensar en niños ni casa o familia ni nada que se le pareciera. Afortunadamente el reloj biológico siguió su curso y pronto sonó una alarma incesante que me decía que era la hora. Miedo, vértigo, ganas de vomitar ( físicas y psíquicas) y una mezcla de sentimientos que te hacen igual reír que llorar a carcajadas.
Como otras veces cuando se acerca una situación distinta en mi vida, recurrí a los libros. Primero, tonta de mi los más comerciales. Esos que hablan de niños que duermen solos desde el primer día, en su cuarto y con la luz apagada. Después por suerte alguien me ilustró y empecé a leer libros de madres de verdad con historias de verdad. Descubrí a Carlos González y sus estupendas obras, y ya todo cambió.
Queríamos ser buenos padres, educar en el respeto, ser siempre sinceros con nuestros hijos, y en fin, no salirnos del guión. Y fíjate qué tonta que hasta creí que podía conseguirlo. Pensé que había dado con la "fórmula mágica" para crear una personita ideal.
Sin embargo, aquellos primeros años han ido dando sus frutos. Ahora ya nuestro bebé es un niño con un pensamiento libre, crítico, sincero y muy humano. Ahora me he dado cuenta de que no podía estar más equivocada en aquel planteamiento qué hicimos.
Inculcamos en el pequeño el buen hábito de no mentir; no pedir; no chillar para hablar; no ofender a los demás; ser respetuoso con el medio ambiente; cuidar de otros que lo necesitan? Y un sin fin de cosas que "éticamente" nos parecían correctas. Pero mientras hemos construido una persona maravillosa y libre de pensamiento, se nos ha olvidado actuar en consecuencia.
A menudo nos desquician cuando se ponen a discutir por sus juguetes y subimos la voz para regañarlos: o les pedimos que no digan mentiras mientras nos escuchan decir alguna mentira evidente y vergonzosa.
-Cómete la verdura o no te harás mayor- Mientras en tu plato sigue apartada a un lado y sin expectativas de ser comida.
-Si no te tomas la leche no crecerás- Y tú hijo ve que eres de lejos la madre más pequeña de todas?(¿será que mi madre no tomó leche?, debe de pensar mientras me mira).
-Tienes que defender siempre a tu hermano. Si, también cuando no sea justo- (y este es el error del que más me arrepiento)
Una larga lista de despropósitos y errores fatales que quizás no tengan solución; o al menos no a nuestro alcance. Quizás no seamos aquellos padres perfectos que quisimos ser o quizás no dimos con la fórmula mágica? Seguramente se nos olvidó que antes que padres, somos personas con nuestros defectos. Muchos, en mi caso.
Así que mientras los hombres y mujeres del futuro crecen para revelarnos si lo hicimos bien, mal o regular, prometo que el próximo día atenderé a esa persona a la que dejé esperando en el hall del hospital (este mi hijo delante o no).
Quizás la fórmula para ser una buena madre no esté en mi mano, pero si la de ser mejor persona.
Gracias Amaia por abrirme tu blog de esta manera. Después de tantas colaboraciones en Pizca es lo menos que puedo hacer (Y empezamos a cumplir los buenos propósitos).
¿Qué os ha parecido, os ha gustado tanto como a mi la reflexión de Maribel?
Muchísimas gracias guapetona por pasarte por aquí y por estar ahí siempre que te pego un grito.