El cambio principal es que tenemos una profesora nueva. El año pasado me daba clase una señora de 88 años que lleva toda su vida cosiendo y enseñando a coser; tuvo unas cuantas academias, además de dar clase en colegios y coser para casa y para afuera toda su vida. Esta profesora se jubiló por segunda vez en junio, cuando terminamos el curso. Le duelen las piernas y dando clase a tanta gente se cansaba demasiado. Sin embargo, me dijo que a mí sí me seguiría dando clase, porque voy aprendiendo rápido y bien. Quedamos en empezar durante el verano, pero entre unas cosas y otras, volvimos a las clases también en octubre.
La profesora nueva es radicalmente diferente. Es una chica joven, que ha trabajado en la industria de la moda y que tiene una pequeña academia desde hace un par de años. Al cambiar de profesora las alumnas anteriores dejaron de venir (del curso pasado solamente quedamos dos y una señora que vive en los mundos de yupi), y la clase se ha renovado por completo: las compañeras nuevas son madres que están sobre los 40-50 años y no han cosido nunca, o solamente saben subir bajos de pantalones.
El año pasado, en clase había niveles muy diferentes: estaban las señoras (una media de 70 años) que sabían coser perfectamente e iban solamente a charlar, estaban las señoras que sabían coser pero necesitaban muchas guías, estaba yo, que no sabía nada pero aprendí rápido, y alguna otra compañera que también partía de cero y que fue aprendiendo un poco más lento. Cada una iba aprendiendo y cosiendo a su ritmo, según necesitase o supiese (había una señora que iba a prenda por clase, qué ritmo llevaba ella). Este año, vamos todas a la vez. Partimos de cómo se mide a una persona y seguimos con el patrón base de una falda. Ahora estamos pasando el patrón a la tela y cortándola.
Lo que nos está enseñando también es muy diferente a lo que me enseñaron el año pasado: estamos aprendiendo a hacer patrones y cortar de manera industrial. La meta es ahorrar todo el tiempo y pasos posibles, no hacerlo preciso y con cuidado como el año pasado. "Si queréis hilvanar las pinzas me parece bien", dijo la profesora nueva en la segunda clase. No se hilvana, no se hacen pruebas salvo que te empeñes o te sobre tiempo. Y la falda que estamos haciendo no está orientada a ser una prenda terminada, solamente una prueba, en tela de sábana vieja, de no sé qué que después haremos en una tela buena.
Hay muchas cosas que no entiendo del método de esta profesora. Como me amargaba durante las clases decidí que lo mejor es desconectar el cerebro y hacer lo que dice sin intentar cuestionarlo.
Lo que más me cuesta es la velocidad a la que avanzamos. Le preguntamos a la profesora qué haremos durante el curso y dice que quiere completar la falda y hacer un vestido. Y que ojalá dé tiempo a más, pero que aún no lo ha planificado. 9 meses para dos prendas. Espero no morir de aburrimiento, estoy acostumbrada a otro ritmo.
Mientras, paralelo a estas clases, sigo aprendiendo con mi otra profesora. El año pasado aprendí todo el patronaje básico y estoy con las modificaciones. De momento, estoy experimentando con canesús, pliegues y lorzas. También me estuvo dando caña con los cuellos. Estoy haciendo una blusa, que tanto diseñé como hice el patrón como la estoy montando yo sola, que tiene todo esto: canesú delantero y trasero, pliegues en el pecho (tienen más forma de tabla que de pliegue), le pondré cuello, puños e irá abotonada por delante. Cuántas piezas diferentes tiene y qué trabajo me está dando. Cuando la profesora del año pasado vio el patrón pinchado en la tela, esperando a su aprobación, lo primero que me dijo fue "qué valiente".
Ahí seguiré durante unos meses más, a ver cómo avanzamos. En las dos clases y con las dos profesoras, tan diferentes entre sí. Quiero sacar tiempo para hacer otras cosas por mi cuenta, entre ellas el amigurumi pero, comprenderéis, tiempo, no tengo mucho.
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