Es una pena que no podáis ver cómo era este maniquí al principio, con su pie de madera, del mismo tono que veis en la parte superior, con tres patas que lo sujetaban al suelo que pisaba... no tenemos fotos del antes, pero os vamos a contar cómo ha llegado hasta aquí y cómo se vio obligado a cambiar de pie.
Como ya sabéis si nos conocéis o si leéis el blog, a principios de año Cuento Cuentas se dividía por motivos personales y profesionales, de forma que Sonia seguiría en Madrid, y yo (Isabel) me marcharía a Inglaterra a empezar una nueva vida.
Bien, pues la aventura inglesa duró mucho menos de lo esperado, en esta ocasión, motivos completamente personales que nada tienen que ver ni con el blog, ni con el país, hicieron que todos mis proyectos ingleses se esfumaran de repente, así que me tuve que volver para España.
Al tener que marcharme tan repentinamente, no pude traerme todas mis pertenencias conmigo, y lo dejé todo empaquetado y preparado para que llegase a España unos días después.
Sin embargo, en el camino, algún duende decidió que había cosas que le gustaban en mis cajas, y que era mejor que no llegaran a España porque él les podía dar utilidad.
Fue ahí cuando este maniquí perdió su pie, que se debió quedar junto con una bolsa llena de accesorios (de Cuento Cuentas y de otras marcas más, artesanas y no artesanas) y también con algo de ropa y zapatos (que aunque no fuesen de su talla, ya encontraría el duende como sacarles utilidad).
Pero ¿cómo me iba a deshacer de este maniquí tan bonito? Él no tenía la culpa de nada, pobre, así que decidí que tenía que ayudarle a levantarse, que le quedaba mucho por hacer. Le busqué una nueva base y aquí le tenéis, más tieso que nunca, dispuesto a empezar otra vez.
Yo, como él, también estoy dispuesta a levantarme y a empezar otra vez, porque nunca hay que dar las cosas por perdidas, y si hay algo que nos impide avanzar, lo mejor es buscar otro camino alternativo que nos ayude a llegar a la meta.
¡Gracias por leernos!