Con un poco de vértigo, así es como describiría mi sensación cuando extendí esta tela.
Ya la tenía lavada y permanecía guardada en esta maleta que tiene su propia historia.
La recuperé y tendí sobre la tabla de planchar y una ráfaga de recuerdos inundaron mi mente.
Y sí, podreis pensar que si ya la recuperé hace meses tal y como os conté, que ya no sería para tanto. Pero la cuestión no es esa.
Cuando tomé posesión de todo el cargamento de colchas, sábanas y telas varias la emoción fue máxima, menudo tesoro había caído en mis manos, y si todo hubiera sido algodón 100% ya hubiera entrado en éxtasis místico.
De todas ellas, la colcha de mis veranos infantiles, ya prácticamente la he consumido, un ejemplo seria el forro de este bolso, que a su vez antes fue un jersei y además teneis el tutorial facilón. Y sí, está ya casi en sus últimos retalitos, pero no suframos inncesariamente, éramos tres hermanas y la ventana tenía cortinas: aún queda suministro.
Sin embargo de esta floreada tengo un recuerdo borroso y a la vez muy vívido, ¿no os sucede a menudo?. Sé que la primavera vintage, entonces tendencia, de este tejido amarillo, verde, beig, naranja… se extendía en el sofá de la playa cuando venían visitas.
Por eso ahora que la estoy reinventando, que no reciclando, en los forros de algunos de mis bolsos, me entra vértigo.
Vértigo porque han transcurrido muchísimos años, porque es un tiempo ya pasado que con sus cosas buenas y malas no volverá. Porque el recuerdo es difuso y me pregunto si mi madre, quien eligió, remató sus cuatro lados, y cosió los dobladillos de esta pieza hoy impecable, estaría de acuerdo en el uso que le estoy dando a la tela que convertía en bonito el sofá de la playa.
Y tanto es el cariño y el respeto que le tengo a esta pieza que me guardo hasta las tiritas, todos los recortes se aprovecharán, aunque quedaran guardados en un frasco transparente, la mera visión ya sería un uso adecuado, ¿no os parece?
Como os decía fueron tiempos pasados, y la alegría que me supone ver a mi sobrino correr hacia el mar por la pasarela que no existía cuando yo tenía su edad…, tal vez es equivalente al uso que le dí a mis colcha de la infancia, y muy distinto al vertigo, respeto, emoción, y felicidad mezclada con nervios que padecí/disfruté cuando practiqué el primer corte de tijera sobre esta otra.
Como os contaba, una fracción de esta estupenda tela esta convirtiéndose el forro de bolsos. En algunos de ellos sus flores asomarán tímida y discretamente al mundo, y en otros este forro permanecerá oculto, únicamente la estupenda personita que se haya hecho con él lo disfrutará.
Y ya os he contado mi sensación, ha sido casi un desahogo, sinceramente, y ahora continuaré con ellos reiventando, no reciclando, la tela que convertía en bonito el sofá de la playa.
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