Sin viaje previsto, ni tampoco improvisado, sin fantásticos planes ni grandes gastos, sin largas sesiones de playa ni horas en el chiringuito, sin aeropuertos ni hoteles ni grandes ciudades o encantadores pueblines, sin eternas siestas ni remoloneos matutinos, y sin embargo…
… lo pasé bien, y os voy a contar por qué:
Recibimos desde Londres la visita de mi hermana y de nuestro sobrino, que me sorprendió con estas pulseras. La segunda me emocionó especialmente,
¡mi sobrino me hizo desde su casa en Londres una pulsera de los colores de Pángala!
y además compartimos el momento de juntos hacer otras para regalar y para nosotros, me encantó aprender de él
Me pinté las uñas de los pies, y también de las manos, ¡y en las manos me duraron una semana entera!, alucinante. Como siempre ando experimentando y trasteando, el esmalte no me dura ni un día en estado no lamentable. Pero como estuve de vacaciones…, ahí quedó.
Fuimos a la playa huyendo del sol y del gentío, y encontramos arena húmeda, olas que nos llamaban para jugar con ellas, y paz, la paz que te regala el mar cuando llegas con ocaso y se te hace de noche banándote casi sola.
Paseamos por el casco antiguo de Valencia, así que no podíamos perdernos esta tienda en la que siempre entramos y con cara de embobados, y sin que nunca falte un “¿te acuerdas de…?”, salimos.
Pannonica Vintage es un establecimiento de encantadores objetos y muebles vintage y no menos encantadora propietaria, que regaló a nuestro sobrino este fantástico coche patrulla de lata.
Volvimos a la playa huyendo del sol y a jugar con las olas. No me considero egoista, pero eran casi todas para nosotros.
Paseamos más aún por Valencia, de noche, de nuevo me enamoré de ella y de sus fachadas con canastos a modo macetas.
de los ocurrentes carteles de sus comercios
Y volvimos al mar, a esperar una tormenta que no llegó
No sáqué la cámara de fotos, pero con el móvil fotografié los corazones que me iban asaltando en todo momento
Me senté, y me tumbé en la orilla arrullada por las olas, y mi piel le robó un poquito más de sal
y comí bombones ingleses, bebí litros de granizado de limón casero, y dí gracias, de rodillas, al inventor del aire acondicionado.
Y sobre todo, sobre todo, disfruté de algo que me hace sentir afortunada, y es la capacidad de sorprenderme por las pequeñas cosas:
Cómo el agua, que sin pedir permiso a nadie juega contigo, aparece y desaparece sin dejar rasto de lo que fue y donde estuvo. Fascinada.
No descansé en exceso, más bien poco. No dormí largas siestas, de hecho casi ninguna. No remoloneé en la cama por las mañanas, al contrario, madrugué. No viajé, apenas gasté, dormí todas las noches en nuestro hogar. No tomé el sol ni disfruté de las cervecitas del chiringuito. De hecho prácticamente ni tuve vacaciones durante estas vacaciones, y encima creo que no tengo razones para quejarme. En breve sabreis por qué.
De momento os digo
¡hola!, ¿cómo estais?, espero que mejor que bien
y deseo que hayais tenido unas vacaciones más que estupendas o incluso que aún continueis en ellas.
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