Os presento a una amiga. Una amiga que todavía no he podido poner en marcha, mind you, pero amiga al fin y al cabo.
Mi amor por las máquinas de coser es cada vez más grande y más incondicional. Ahora que el pomelo no me oye voy a admitir que incluso aunque no me gustara nada coser, estos aparatos me seguirían pareciendo una belleza y seguramente los tendría en casa para decorar sin más. Me chiflan en los escaparates y me encantan en los catálogos y en cualquier casa antigua que se precie.
La historia de esta en cuestión es muy curiosa. Hace unos meses mi suegra me mandó un mensaje. Había encontrado un anuncio de venta de una máquina de coser en un periódico del pueblo. "¿Te puede interesar?" me decía. Fue amor a primera vista. Así que mi suegra negoció el precio y fue a probarla con una vecina que cose como los ángeles. Julia, la vecina, dio su aprobación y la máquina cambió de manos. Pero justo antes de que se la llevaran, en su charla con el vendedor, ocurrió la magia esa típica de los pueblos. Porque la máquina había dado algunas vueltas, pero en algún momento de su vida había sido de un tío del pomelo que era sastre. Y a mí, que ya sabéis que no conservo casi nada de mi familia, eso me hizo una ilusión especial, porque era la confirmación de que esta máquina tenía que venir a parar a mi casa.
Conservaba todos los detalles. En el cajoncito estaban las instrucciones originales con su guía de puntos, pero además había herramientas, agujas de recambio y hasta hilos.
Eso sí, la mesa de la máquina era fea. No, no, era peor que fea:
Pero yo estaba enamorada y las posibilidades me parecían infinitas, así que decidí liarme con un proyecto de estos de bricolaje para patosos, y me fui de okupa al garaje de mi suegra.
Lo primero que hicimos fue limpiarlo todo muy bien. Veréis que uso un plural mayestático:
Limpiamos todo con agua y jabón y luego con una buena capa de desengrasante. Podéis usar productos comerciales típicos o limpiar con disolvente y alcohol.
Yo tenía la esperanza de poder hacer un apaño con la máquina montada, pero tuve que desmontar todas las piezas (muchas piezas) y sacar varias fotos para acordarme de la posición de las cosas.
El pie de la mesa es de hierro y estaba perfecto. Lo desmonté del todo y lo pinté con pintura en aerosol de la que imita el hierro forjado. Tuve que darle un par de capas para que cubriera bien y gasté dos aerosoles enteros, para que os hagáis una idea.
Luego llegó una de mis fases favoritas, el lijado.
Empezamos tímidamente con los cantos. En la foto podéis ver la diferencia del color de la madera.
Arrancamos el trocito de fórmica que cubría el ángulo de la parte delantera de la mesa y lijamos bien. Ahí la madera era bonita, como listonada. Lijamos bien la parte de debajo de la mesa.
Cuando ya lo tuvimos todo bien lijado, el tono de la madera había bajado muchísimo y era más suave, pero aún así le di una capa de pintura rebajada con agua, como hicimos para la mesa del despacho. Mezclamos una cantidad igual de agua y de pintura blanca y la aplicamos con una gasa. Solo una capa, para dejar la madera un poco más pálida.
Luego barnizamos bien. Últimamente uso este bariz súper resistente, que me encanta.
Y ya solo nos quedaba la parte de arriba.
Apliqué una imprimación de base, porque la pintura no cubre bien la fórmica. Y luego le di dos capas de esmalte al agua blanco. También podría haberlo pintado con chalk paint, por ejemplo.
Para terminar, di un par de capas de barniz y ya está.
No puedo estar más orgullosa ni más contenta. Cuando hicimos las obras y tuve claro que me iba a quedar sin rincón de costura (barra ganchillo, barra biblioteca, barra cuarto para todo, barra basurero de la casa) empecé a hiperventilar. No sabía muy bien dónde iba a poder hacer mis proyectos, ni dónde iban a parar todas las cosas que tenía embutidas en el estudio. Pero ahora, a falta de arreglar un cable del motor de esta máquina y de comprarme una silla que sea cómoda y bonita, tengo un pequeño rincón de nuestra habitación habilitado como puesto de mando para la dominación mundial. Y ya estoy ideando mis primeros planes.