Este fin-de-semana-puente-gigante nos ha venido fenomenal para muchas cosas, porque aunque pretendíamos descansar (y, creedme, lo hemos hecho) también hemos podido hacer planes que siempre se nos quedan atrás como ir a Toledo a pasear. Y Toledo en otoño siempre es una buena idea, en serio, a pesar de la cantidad de gente que piensa lo mismo y abarrota un poco las calles, con tal de salir de la ruta principal, listo, desconexión de la city a una hora de coche que no viene nada mal.
Y todo esto viene a que Toledo para mí ya significa María, y Chelo y ahora Cristina también, que conocí gracias al blog, que son adorables y que siempre nos proponen planes geniales. Ese campus de la fábrica de armas se merece un post en sí solo, volveré con cámara seguro.
Y entre paseo y charlas y morriñas varias (que compartidas se llevan mejor) me preguntaron porqué publicaba tan poco. Y es verdad que cada vez el blog está menos actualizado, pero, ya saben, no nos da la vida y entre el trabajo, la casa y la vida en general es complicado llegar a todo. Y la verdad es que a veces veo el ordenador desde el sofá y confieso que me puede la pereza. Necesito la idea, las ganas de hacer el DIY, los materiales, que haya luz para las fotos, escribir.... y claro, Netflix es tan fácil y tentador...
Lo cierto es que además cada vez se leen menos blogs, no nos da la vida a ninguno y al final es más fácil pasar las pantallas de Instagram o Pinterest que leer todo este rollo que os estoy soltando aquí.
Pero como dije hace tres años cuando empecé a trabajar de nuevo ocho horitas fuera de casa, publicaría siempre y cuando tuviese contenido. Y hoy desde el sofá, en vez de dormir la siesta con Gossip girl de fondo (mi hija pequeña me ha vuelto a enganchar y oye, que al final la estoy disfrutando y todo) he aprovechado para hacer algunos adornos de navidad. Porque nuestro árbol oficial está en Vigo, pero hemos adoptado un cutre árbol de Ikea raquítico y despelusado para tener aquí al menos una sucursal, y oye, el pobre, algo tendrá que lucir.
Así que rescaté la idea de las bolas de madera pintadas que hice hace dos años y que me parecen ideales y como se trataba de no complicarme la vida y usar materiales que ya tenía en casa (afortunadamente este salón es como un almacén de mi época más productiva), esta vez probé con dorados y plateados. Os cuento:
Aproveché: las bolas de madera que tenía de otros proyectos de Handbox, una pintura metálica que me habían enviado en un lote La Pajarita que no había tenido ocasión de utilizar y que es increíble, un gran descubrimiento, ahora todo lo quiero pintar así :-), un rotulador dorado (otro gran descubrimiento) y cinta de empaquetar de Ikea.
No tenía nada planificado, así que fueron saliendo según la marcha, un truquillo, para pintar las bolas pequeñas de madera y que aquello no acabase con pintura plateada por toda la mesa usé una mina de bolígrafo como veis en la foto y para secarlas y que no se pegasen unas a otras, un vaso de vela de base.
Quería dejar mucha madera a la vista, así que combiné bolas pintadas por la mitad (con cinta adhesiva), lunares, corazones... ahí ya cada cual es libre de improvisar y ese en realidad es el momento más divertido de todo.
Una cinta con un nudo que va escondido dentro con un poco de pegamento y listo. Nuestro raquítico despeluchado árbol al menos tiene ya algo que lucir y yo prometo volver cada vez que haya algo que aportar, porque nada hace más ilusión, que aunque seáis pocos, haya alguien ahí detrás.