"? título que le acredita como preparado para conducir un ciclomotor. Licencia de conducción de ciclomotores?"
Sonreí de nuevo y al fijarme en el banco en el que estaba sentado, se me antojó que era de color naranja y por un momento me pareció ver a Matías Prats. Ahora era el momento de pensar en las posibilidades.
Lo primero sería comprar un scooter. Tendría que ser lo más barato posible ya que el bocadillo de ganchitos Risi de hace un rato, había mermado considerablemente la bolsa de los dineros. Después de meditarlo un rato en el que se hizo de noche al menos dos veces, llegué a la conclusión de que para comprar la moto, acudiría a Sabotajes.
Sabotajes era el chapucillas del barrio y todo el mundo que andaba algo justo de dinero le llevaba las cosas que había que arreglar, cosas como lavadoras, bicicletas, pequeños misiles, tostadoras etc. Había oído que algunos le llevaban incluso a los hijos para que les pusiera los brackets. Parece ser que el nombre se lo pusieron sus propios padres después de soportar los años de formación como mecánico en los que para practicar se dedicaba a montar y desmontar los aparatos de los que disponía en casa. Las malas lenguas llegaron a insinuar que dejó tonto a alguno de sus familiares a base de calambrazos en reparaciones defectuosas.
Tras contarle lo que necesitaba, Sabotajes me enseñó el material de que disponía en la trastienda de su negocio. Lamentablemente no había ninguna scooter, aunque si disponía de una Derbi Antorcha tricampeona y una Mobylette Campera, ambas desmontadas. La mala noticia es que ninguna de ellos estaba completa, así que Sabotajes me ofreció un precio irrechazable por lo que él denomino una
"Derbylette Camptorcha 1.5 veces campeona".
Recogí la Derbylette el día siguiente por la tarde y comencé a buscar trabajo, en principio de mensajero. Como me ofrecí a todos los negocios del barrio, pronto empezaron a llamarme, pero como mis precios estaban por los suelos la gente aprovechaba y los encargos que me realizaban eran de lo más extraños. Por ejemplo, me llamaban del bar para llevar un bocata de panceta a un señor que estaba sentado en el parque, o para que llevase al hámster de alguien a enterrar en un descampado, o a comprar un litro y medio de queroseno y llevarlo en secreto a una parroquia Amish, en fin, cosas raras.
Los encargos empezaron a salirse de madre y aunque a mí me venía muy bien el dinero que conseguía, la verdad es que me pasaba el día en la moto alucinando. Por ejemplo un cliente me encargó transportar una nevera al taller de Sabotajes. Tuve que conseguir un soporte al que le puse unas ruedas tipo carrito de Mercadona para poder subir la nevera y así, con el soporte atado a la moto, llevármela a taller. Otro cliente me encargó que llevase a su suegra de 94 años y en silla de ruedas a la gasolinera para hincharle las ruedas a la silla, y aunque le dije que podía llevarme solo la silla, me contestó que no, que quería que me llevase a la suegra también. Ya os podéis imaginar la estampa, y menos mal que la señora no decía ni pio. Una empresa del sector de la construcción me encargo que le hiciese los portes de material. Pasé semanas llevando ladrillos y sacos de cemento en la moto y cuando acabé con la constructora empecé a trabajar para una empresa de mudanzas: los sofanes, sinfoniers y waseris eran mi especialidad. Cuando me llamaron de unos astilleros les dije que no. Los barcos ya eran otro sector y no quería que me acusasen de competencia desleal.
Como veis, los encarguitos empezaban a resultar curiosos, pero la cosa solo acababa de comenzar?
La boda.
Una pareja del barrio me contrató para llevarlos al altar. Tuve que añadir unos soportes para la novia y otros para las flores. La Derbylette quedó preciosa. La novia no tanto. El trayecto hacia la iglesia fue memorable, los coches a nuestro alrededor nos pitaban alegremente, la gente nos saludaba y se reían, igual lo recuerdo un poco distorsionado, pero recuerdo que caían pétalos de flores a nuestro alrededor. De pronto lluvia torrencial, truenos, rayos cayendo en torno a la moto, charcos, novia empapada y vestido lleno de barro. El novio serio y sin decir una palabra, aunque ya estaba así antes de subirse a la moto. Yo solo pedía que los rayos no cayesen sobre aquel pedazo de hierro con ruedas y que la novia empujase más rápido ya que la moto se había parado. Fue un infierno, pero finalmente llegamos a la iglesia. Cuando la novia bajó de la moto pensé que me daría las gracias, pero en lugar de eso se me quedó mirando con la mirada un poco extraviada. Yo para consolarla le recordé el dicho "boda lluviosa, novia dichosa", y añadí de mi cosecha "novia llena de barro e histérica, difícilmente le va a ir peor". Ya sé que no rima, pero era para consolarla y además, yo no era poeta, era un orgulloso chofer profesional. Aun así, ella empezó a llorar, seguramente la conmoví.
Lentamente se dirigió hacia la iglesia, y vi como justo antes de entrar tropezaba y caía al suelo. Hice amago de ir a ayudarla pero no hizo falta, se levantó de golpe, como un ninja. Saludó a los que la esperaban en la puerta que estaban con rostro serio, algunos lloraban. Ella, ajena al drama, les sonreía. Fue ahí donde me di cuenta que en la caída había perdido un par de incisivos que curiosamente la hacían más bella. Mientras tanto el novio repartía propaganda política de Podemos. Cuando acabó de saludar se estiró el vestido y muy dignamente entró en la iglesia. Desde la acera pude escuchar los acordes de la música que sonaba. Seguramente alguien se equivocó porque ella me dijo que quería que sonase el "Canon de Pachelbel" y estaba sonando el "Extasy, extano" de Chimo Bayo.
A la mañana siguiente recibí una llamada en la que me informaban de que me contrataban para llevarles en mi moto de luna de miel?
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