Aunque me habéis oído quejarme incansablemente por no tener abuelos por aquí que me pasen las grandes herencias familiares, lo cierto es que más de una vez pillo algún tesoro.
La familia de mi padrastro (o padre-trasto, como a él le ha gustado siempre que lo llamemos :)) está plagada de escarabajos peloteros que guardan y guardan y guardan millones de cosas. El ejemplar más acumulador de todos, es de hecho mi propio padrastro, que tiene la casa llena de reliquias.
Mi madre, por otro lado, está harta de acumulaciones y de vez en cuando busca hacer limpieza, vaciar cajones y deshacerse de miles de cosas. Y ahí aparezco yo cual ángel de la guarda interesado para ayudarla a organizar y llevarme de paso algún regalo.
Hace poco fuimos a comer a su casa y cuando quiso cerrar el cajón de los manteles, no pudo. Así que lo vaciamos con paciencia y fuimos organizando las diferentes mantelerías (del ajuar de la abuela, bordadas a mano) con sus servilletas a juego. En medio de todos los "oh" y los "ah" y los "qué maravilla", mi madre iba descartando con mano segura las piezas que no le cabían o que ya no quería, metiéndolas en una bolsa enorme de IKEA que después me puso en la mano. Y yo, que no sé decir que no, me traje todas esas bellezas a casa para mis fotos, para los días de fiesta y también, por qué no, para todas las comidas, para poner algo bonito en la mesa y disfrutarlo nosotros en familia.
Entre las muchas piezas que me regaló, había tres "mantelinas" (al menos así las llamó mi madre) que me contaron que eran para poner debajo de los manteles como protectoras de la mesa. Eran unas piezas de 80 centímetros por un metro, más o menos, de algodón rosa. La gracia que tiene ver las cosas con la perspectiva del tiempo es que pierden sus connotaciones. Lo que era un paño feo para poner debajo de las mantelerías "nobles", a mí me pareció una tela bonita y natural (de haber sido en crudo en lugar de rosa ya habría sido de otro planeta) con la que poder hacer mil cosas. Y lo primero que me gritó uno de los paños fue: delantal.
Con los delantales me pasa un poco lo mismo que os conté de los cuellos hace un par de años: me encantan, pero siempre creo que no son para mí. De hecho, tengo un montón de delantales (incluido uno de los All Black neozelandeses), pero a la hora de la verdad no me los pongo nunca. Sin embargo, el paño seguía gritando: "¡Delantal!" sin ningún pudor, así que al final le hice caso para que se callara.
Y desde el momento en que lo terminé y me lo probé... no me lo quito. Quizás la culpa sea de que es solo medio delantal, no es de cuerpo entero. O quizás sea que me hace ilusión que un trocito de tela con historia, que ya se usaba hace más de 50 años, haya encontrado una nueva vida alrededor de mi cintura. Sea como sea, este es mi delantal y le auguro una vida larga dedicada a todo tipo de pruebas, recetas y experimentos de bricolaje.
No os hace falta tener un mantel de la abuela para haceros un delantal. Con cualquier tela que tengáis es suficiente. Pero si la tela tiene historia os lo vais a poner con más ganas.
Necesitáis:
Medio metro de tela, un paño de cocina bonito o cualquier retal que tengáis en casa
Hilo
TijerasYo corté mi pieza a la mitad, así que mi delantal mide más o menos 80x50. Si sois más delgados que yo, podéis hacerlo menos ancho, de 70 o 60 centímetros. A mí me gusta que el delantal me cubra la cadera, creo que queda más bonito.
En mi caso, ya tenía dobladillo, pero si lo hacéis con tela, tendréis que hacerle un dobladillo en los dos lados cortos y uno de los lados largos.
Cortad también dos tiras de tela de unos 10 centímetros por 60-80 centímetros, según lo largas que queráis las tiras para atar vuestro delantal. Otra de las cosas que me obsesionan es atármelo por delante, es decir, darle la vuelta a la cintura y dejar el lazo sobre la barriga. No me preguntéis por qué. Así que mis tiras son de 80 centímetros, bastante largas.
Coged las tiras y dobladlas a la mitad longitudinalmente. Planchad con energía. Abrid el doblez y doblad cada mitad sobre sí misma otra vez. Volved a planchar. Mis lados cortos también tenían dobladillo, pero si los vuestros no lo tienen, hacedlo doblando un trocito de tela hacia el revés de la tela dos veces. Planchad.
Volved a plegar la tira por la mitad, dejando todos los bordes sin dobladillo dentro de la tela, sin que se vean. Y cosed alrededor de vuestra tira para cerrarla y terminarla.
Coged el cuerpo de vuestro delantal. Doblad el lado largo que habéis dejado sin dobladillo más o menos con el mismo ancho que vuestras tiras. Planchad. Volved a doblar y planchad otra vez.
Colocad una punta de cada tira en el primer doblez y sujetadlas con un alfiler. Fijadlas con una costura en forma de caja.
Cuando ya lo tengáis, volved a doblar el cuerpo del delantal y cerradlo con una costura cerca del doblez que queda más abajo.
Y ya lo tenéis. Yo no le he añadido bolsillos porque me estresan, pero son fáciles de colocar. También podéis estampar la tela con sellos y tinta textil, o pintarla directamente. Podéis colocar una tira del mismo ancho en la parte de abajo y crear una tira entera de bolsillos o espacios para vuestras herramientas. O simplemente podéis disfrutar de un delantal sencillo y cómodo que no tiene nada más que un montón de años y un tacto agradable.
No me voy a cansar de decirlo: vivan los tesoros familiares.