Qué maravilla que ya empiece a verse el sol y que uno pueda empezar a quitarse alguna capa de ropa, ¿no? Por lo menos aquí en Barcelona, donde los días empiezan a ser muy luminosos y ya uno tiene ganas de sentarse en una terracita a tomarse una cerveza y mirar pasar a la gente (o mirar cómo los pompones juegan en el parque, o a la pelota, sin ninguna necesidad de que estemos a su lado).
Vamos, días perfectos para contaros este proyecto :^) Por suerte he podido aprovechar mis guantes unas semanas antes de que empezasen estos días casi primaverales, porque ahora, realmente, su sitio es el cajón, guardados con mucho mimo para la temporada que viene (o para algún viaje al norte de Europa que tengo planeado para los próximos meses).
La historia que tienen estos guantes, además, es preciosa. Porque cada vez que me los pongo pienso en mi amiga Elena.
Elena y yo nos conocimos gracias a nuestros respectivos blogs. Ella es comentadora habitual aquí y yo lo soy allí. Y bueno, nos caemos bien. Un día que comentó que no encontraba washi tapes, decidí mandarle algunos, le preparé un paquetito y se lo envié. Le hizo mucha ilusión, me lo agradeció un montón... y unos días después fui yo la que recibí un paquetito inesperado.
En él, Elena había metido una bolsa (un tote) hecha por ella, unos marcadores de puntos preciosos y dos ovillos de Drops Delight... en lila. Que no hace falta que lo diga, pero es uno de mis colores preferidos. Me chifla.
Me quedé muda de la sorpresa y la emoción, pero además, quedé intimidada por esa lana tan bonita. Ya sabéis que mi stash, aparte de lanas compradas hace muuuucho tiempo, consta principalmente de lanas heredadas de aquí y de allá y de algunas lanas maluchas compradas para aprender diferentes técnicas. Vamos, que en el momento que me llegaron esos dos ovillos, no había nada que les pudiera hacer sombra entre mis muchas otras lanas (ahora ya empieza a haber, qué rápido se acostumbra una a lo bueno).
Fue la propia Elena la que me sugirió hacerme unos calcetines o unos guantes y decidí lanzarme con los guantes, porque son uno de los complementos que me gustan y que uso.
Pocos días antes, en El blog de Miso, había visto unos guantes muy bonitos, hechos precisamente con esa misma lana. ¿Os dais cuenta de la cantidad de casualidades y conexiones blogueriles que tienen estos guantes encima?
Pues bueno, decidí copiar esta idea, busqué el patrón, le hice algunos cambios freestyle (me gustaban más largos, como los de Miso; los quería sin dedos) y me puse a trabajar.
Voy a confesarlo, cuando empecé pensé que había metido la pata y que nunca jamás en mi vida los iba a terminar. De hecho, los empecé en noviembre, con mucha paciencia y poca idea, porque era la primera vez que usaba cinco agujas. Y en noviembre y diciembre apenas conseguí tejer dos dedos. Un fracaso.
Pero después de las vacaciones en Uruguay y Argentina, vine relajada, con muchas cosas pensadas y con muchísimas ganas de comerme el mundo. Quería ordenar, terminar cosas y cerrar temas... venía expeditiva. Y decidí continuarlos.
En apenas diez días los tenía terminados y me sentía la persona más lista del mundo por haberme apañado con las 5 agujas (que sí, que ya sé que es fácil y que sois un montón los que lo hacéis, pero no me quitéis la ilusión). Y me habían quedado espectaculares. Esta feo que yo lo diga, pero es orgullo de tejedora.
El patrón está muy bien, bien explicado y para mí, perfecto de talla. Yo usé unas agujas de bambú de Tiger, de tamaño 2,5. La lana... Bueno, la verdad es que el primer ovillo me pareció un regalo de los dioses, me encantó. Con la segunda tuve algún problemilla más.
El primer problema fue que el degradado de colores del segundo ovillo estaba al revés. No me preguntéis por qué. Me di cuenta cuando llevaba un buen trozo del segundo guante y me dio mucha pereza volver a empezar, así que si os fijáis, uno de los guantes tiene el degradado hacia un lado y el otro hacia el otro. Pero bueno, eso no es muy importante.
El segundo problema fue que en el segundo ovillo el color no era uniforme. En algunos tramos de la lana, había dos colores entrelazados, como un baker"s twine. Así que no me acabó de convencer, aunque lo cierto es que en los guantes terminados apenas se nota.
El tercero fue que había un montón de empalmes, así que había muchos trozos en los que la lana era más gordita y se trabajaba peor. Eso sí que se nota en los guantes terminados, aunque realmente no le doy mucha importancia, porque son guantes totalmente handmade y creo que la gracia es que tengan irregularidades.
Me ha sorprendido lo rápidos que me han resultado y lo bonitos que quedan. Son cómodos y calentitos, pero lo más importante de todo es que son totalmente 2.0, virtuales, digitales o como los queráis llamar. Es lo que comentábamos de los bordados, me pongo los guantes y me recuerdan a personas que no conozco en persona, pero que forman parte de mi vida ya para siempre. Y yo, que en el fondo soy más blanda que un pan de Viena, que lloro hasta con los anuncios y que soy más sentimental que todas las comedias románticas juntas, me emociono un montón pensándolo.