Forrar libros es una manualidad tan sencilla como práctica. Aunque lo hacemos generalmente con los libros escolares, para protegerlos de los inevitables arañazos, desgastes y roturas, también es muy recomendable forrar cualquier libro adulto de manejo frecuente, sobre todo en lugares expuestos a las manchas y salpicaduras. El caso más típico es el libro de cocina.
Y también por supuesto entran en esa categoría los libros de manualidades, que a menudo estarán sobre una mesa atiborrada de acuarelas, barnices, pinturas y un sinfín de productos líquidos. Podemos escoger entre dos clases de forro: de papel o de plástico. El forro de papel es más alegre y decorativo, mientras que el de plástico es más resistente, además de impermeable.
He aquí todo lo que necesitamos: forro, tijeras y cinta adhesiva. Por las razones mencionadas, hemos escogido el forro de plástico, que se vende en dos clases: normal y autoadhesivo. El normal es más barato y manejable, se compra en cómodos rollos.Justo en el centro, coincidiendo con el lomo del libro, hacemos dos cortes paralelos en el plástico, arriba y abajo. Quedarán así dos pestañas.
Ponemos el libro (en este caso la revista) sobre el forro desenrollado, y cortamos lo necesario para las tapas y sus ‘dobladillos’.
Doblamos la pestaña hacia dentro, arriba y abajo, procurando que la medida resultante de ese rebaje coincida con la altura del libro. La electricidad estática nos ayuda a conservar los dobleces
Un paso previo que suele olvidarse: conviene limpiar las tapas del libro, para eliminar cualquier grano de arena o partícula, que tras colocar el forro y pegarlo se hará muy molesto, acabando en una picadura por la que empezará a romperse el plástico.
Damos la vuelta, y con la primera solapa ya fijada, tensamos el plástico, para que no tenga arrugas al final. Antes de pegar la tapa posterior, comprobaremos que el libro sigue estando alineado, con el lomo encajando perfectamente en el rebaje central del forro.
Para no tener que cortar una tira de papel adhesivo a cada momento, es cómodo hacerlo en plan ‘industrial’: cortamos diez o doce y las ponemos en el borde de una superficie no porosa, como cristal, esmalte, metal….
Cerramos la otra mitad del forro encima del libro, encajando y comprobando antes del pegado que no hay arrugas en las solapas centrales, ni migas o partículas debajo del plástico.
Una vez fijadas las dos solapas principales, procedemos ahora con las cuatro solapas menores, dos por cada tapa, arriba y abajo. Para ello debemos plegar las esquinas, formando un bisel.
Y ya empezamos el pegado del forro. Doblamos una de las solapas del borde exterior del libro, el lado del que se abren las páginas, la plegamos hacia dentro, y la fijamos por dentro a la tapa con dos o tres tiras de cinta adhesiva, según las medidas del libro.
Para que el plástico termine de ajustar bien, dando de sí, le ponemos un peso uniforme encima, después de forrarlo. Las bandejas de cocina son muy cómodas para eso.
Pasado un rato sacaremos el libro, comprobando que el forro ha cedido con la presión, hasta quedar perfectamente ajustado, como una segunda piel. De esa manera tan sencilla, en pocos minutos hemos dejado el libro protegido para mucho tiempo.
Ponemos cinta adhesiva en las cuatro solapas, para dejarlas bien unidas al libro.
Una vez colocadas todas las solapas, el plástico debe tener una leve tensión. Como tiende a ceder, de esa forma se ajustará bien sin presentar arrugas, que son incómodas y suelen terminar en roturas.
Y seguidamente las doblamos hacia dentro, procurando que el doblez coincida con el borde superior de la tapa, de esa manera el forro quedará bien ajustado en los picos.