Luego, eliminadas las líneas correspondientes a la luz hasta dejar su espacio vacío, sorprendentemente obtendremos un trabajo cuyo efecto es, en gran manera, bello y vigoroso.
No es más que una aplicación exagerada del claroscuro, de la dirección de los rayos luminosos en sus fenómenos de ensombrecimiento, de resaltar la forma por su proyección, pero, desde luego, acogida invariablemente con agrado.
Los mismo fotógrafos se valen de estos principios eliminando los tonos grises y aumentando los negros hasta obtener idénticos resultados, en su caso también es arte y perfección técnica aunque se denomine “foto quemada”.
En el tema de la luz y la sombra debemos hablar también de la penumbra. Al incidir la luz sobre el objeto y proyectar la correspondiente sombra dejando igualmente ennegrecida la parte no iluminada, se advierte una zona intermedia que , sin ser luminosa, tampoco está en sombras. Esta zona es intermedia y pertenece al objeto.
La verdadera sensación de relieve (así como la de perspectiva lineal), la auténtica captación de la realidad, es considerar, en todo su gran valor, la parte difusa o, lo que es lo mismo, la penumbra. Esto es aplicable a todo; no existe objeto capaz de eludirlo, como consecuencia de la refracción de la luz en la atmósfera.
Con este nuevo concepto, vemos que una vez encajado un dibujo, no basta con aplicar la luz, el color y la sombra; es muy necesaria la penumbra, y debe encajarse también.
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