Soy un poco desastre con el teléfono. Bueno, va, sin paños calientes: soy fatal con el teléfono, soy lo peor del mundo. Puedo pasarme dos días alimentando a mis Sims cada veinte minutos, sí, pero lo más probable es que me vaya a una reunión importante de trabajo y me lo olvide en casa o que lo ponga en silencio en el cine y me dé cuenta cuatro días después, de casualidad, cuando mi madre, pensando que estoy tendida en un charco de sangre o que tengo todos los dedos rotos y por eso no contesto, llame al teléfono de casa y lance sonoros suspiros cuando por fin descuelgue.
Y también puede ser que no me lo haya olvidado y no esté en silencio, pero que ver el número o el nombre de la persona que me llama en pantalla me provoque sudores fríos, miedo visceral o sencillamente inquietud o agobio. Y no, no es porque me llame gente que da pánico o es muy pesada, sino que no me gusta hablar por teléfono.
No me gusta hablar por teléfono, ya está, ya lo he dicho. En persona y en petit comité doy el pego, pero con grandes cantidades de gente y por teléfono o videoconferencia... como que no. Se ve que eso forma parte de la personalidad de los introvertidos y que no tengo por qué sentirme culpable. Eso lo sé gracias a Gemma que colgó una vez un artículo en Twitter que lo decía. (Artículo genial que me tranquilizó tremendamente, pero eso lo comentamos otro día).
Pero bueno, que me disperso: soy un desastre con el teléfono. Y eso se extiende al Whatsapp. Para mí es un misterio misterioso eso de darle a la tecla de manera compulsiva y mantener varias conversaciones a la vez. A mí Whatsapp me estresa por varios motivos, pero principalmente porque tengo dedos como morcillas que hacen que mi velocidad de tecleo sea ridícula. Y porque soy una purista lingüística incapaz de escribir sin acentos. Combinad ambas características y tendréis a la mensajeadora más lenta EVER.
Por eso no deja de ser un milagro que tenga tan buenas amigas a las que solo conozco por Whatsapp. Y por sus blogs. Pero sobre todo por Whatsapp.
Ya os conté hace unos meses que había conocido a un grupo de mujeres (blogueras y costureras) espectaculares que me hacen la vida mucho más divertida. Unas chicas que siempre están ahí, con las que comparto risas, problemas y consejos, y que, curiosamente, son amigas pese a tener muy pocas cosas en común.
Yo soy muy fan de esas situaciones que te hacen conocer a gente a la que no habrías conocido de otro modo, y que además te hacen conocerla profundamente, sin prejuicios y más allá de las apariencias. Porque entonces descubres que gente a la que crees que no te une absolutamente nada puede convertirse en parte de tu vida. Y eso es una de las muchísimas cosas que me ha ofrecido este grupo de Whatsapp.
En fin, que así fue como conocí a Charo. Yo no sé si había estado alguna vez en su blog hasta que empecé a whatsappear con ella, creo que no, pero desde el momento en que la conocí, se convirtió en una de esas amigas a las que se lo contarías todo, una de esas con las que te quedarías hasta las tres de la mañana charlando, comiendo helado y muriéndote de la risa.
Charo es divertida, graciosa y buena, muy buena. Una de esas personas que te hacen sonreír quieras o no quieras y que te contagian entusiasmo. Así que cuando nos contó que estaba preparando un patrón y nos preguntó si queríamos echarle una mano para probarlo... fue imposible decir que no.
Ya sabéis que yo soy costurera novata y que no dedico todo mi tiempo de ocio al noble arte de las puntadas, sino que diversifico bastante, así que decidí empezar por hacer la versión más básica del bolso con lo que tenía por casa.
El patrón tiene dos tamaños: bolso de fin de semana o bolso de mano. Yo hice el grande porque justamente estos días hemos estado en Lleida y me venía bien. Cargué la ropa de los tres pompones para dos días y todavía me quedó un poco de espacio para el neceser y unos zapatos de recambio de la pompona, así que es bastante grande.
Usé una tela que compramos en los Encants, que parece la piel de un dálmata y lo único que hice para darle un poquito de alegría y de color fue poner una cremallera verde, un cordoncillo rojo en el bolsillo y unas asas de cinta de mochila rojas.
No le puse forro ni nada, ya os digo, la versión más sencilla de todas. Eso sí, esta semana voy a ver si hago alguno versión mini como bolso de mano para mí.
¿Qué estáis esperando? Pasaos por el blog de Charo a ver todas las versiones de mis amigas virtuales. Así, además, las conocéis y a lo mejor os pasa lo mismo que a mí, que de repente ya no podéis vivir sin ellas.