1. No pasamos el control de los aeropuertos
Parece ser que todas las tejedoras somos unas McGiver en potencia y con una aguja de crochet -aunque sean de plástico- podemos secuestrar el avión y hacernos con la nuestra. Y lo que se puede hacer con esas agujas laneras que ni siquiera se clavan en la piel.... Uff, ¡qué masacres! Ya decía yo que eso de tener cabezas de amigurumis descuartizados por la casa dejaba mella.
2. Los dueños de los bares no nos quieren en su local
La mayoría son despistados y no se han dado cuenta de nuestro perfil de psicópatas, pero algunos avispados nos echan en cuanto ven nuestras armas de destrucción masiva. Así que tened cuidado y esconded ese hilo que se sale de la bolsa si queréis tomar algo tranquilamente... ¡No hablemos ya de desenfundar las agujas y usarlas a plena luz del día!
La mujer araña nos habla de su experiencia tejiendo en un bar (o intentándolo!). No te lo pierdas
de Robert Doisneau
3. La policía se ve obligada a dispersarnos
Y para muestra, un botón. Piénsalo: un grupo de mujeres, con sus lanas y sus agujas tejiendo una manta a plena luz del día... Está claro que traman algo, y algo malo. Es normal que las fuerzas de la seguridad, que velan día y noche para proteger al ciudadano, se vean obligados a intervenir. ¿Quién no lo haría?
4. Algunos no nos quitan el ojo de encima
Pero no sólo la policía está alerta con los grupos; los ciudadanos de a pie saben que tramamos algo: una persona tejiendo en público no es algo que se vea todos los días. Tiene que ser una trampa. Y si son jóvenes, más todavía. Todos sabemos que tejer es de abuelas, ¿verdad?
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5. Hacemos vandalismo en las calles
¿Quién nos creemos para marcar el dominio público con esos hilos de colorinchos? Es que queremos que nos pase como en aquel capítulos de Los Simpson donde todos los niños se vuelven locos cuando su ropa gris cambia de color?
En realidad todo esto tiene nombre: yarnbombing y generalmente se pide permiso en el ayuntamiento correspondiente antes de hacer nada pero, ¿a quién le importan estos tecnicismos? ¡Lo importante es quejarse!
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