Una tiene su ilusión puesta en la tiendecita. En algún día poder llevar a mis pequeños de paseo a mercadillos y tiendas chulas. ¡Que no falte un cupcake de fresa para alegrar la habitación! O el de chocolate en el trabajo, que te recuerda a “ese alguien especial”… A mi me alegran y me enternecen cuando los veo. Me encantaría que fueran a 101 hogares con su buen rollo.
Pero ahí está la duda ¿y si te cogen el patrón en un taller clandestino y los hacen en serie? Terror. Aunque no soy muy mística creo que los objetos se imprimen de lo que les rodea. ¿Qué clase de buen rollo va a transmitir algo hecho en serie, fruto de un trabajo que no se hace con cariño? Malo, malísimo. Así que de pronto me imagino un maltrecho cupcake huérfano de amor y me espanta.
¡Hay un pero en toda esta historia! Hace algún tiempo una chica muy maja me contactó, ¡va a ser su boda! Y quería tejer cupcakes, junto a su madre y su abuela, para sus invitadas. Claro, yo me emocioné toda ¡Eso es alegría! Cosas del mundo global, estamos en diferentes continentes y sus invitadas no son pocas. Podéis imaginar el precio de comprar tanto pastelito? Pero sí puedo mandarle el patrón. Patrón que ha esperado pacientemente, por que no es cualquier cosa hacerlo bien.
Así que, sí. Me tiro a la piscina y en mi tienda podéis encontrar el patrón de este cupcake. Es algo más sencillo que los que suelo hacer ¡pero igual de alegre! Haced cuantos queráis y tratadlos con cariño ;)
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