La historia de Europa está unida a la historia del encaje. Bruselas, Chantilly, Brujas, Camariñas o bolillos... son los más conocidos. Pero hay otros más discretos en su fama, pero no menos llamativos para los que saben apreciar el valor del conocimiento artesanal.
Uno de ellos es el encaje de Aleçon. Este encaje se mantiene vivo gracias a la estrecha relación entre la maestra y la alumna, ya que son pocos los textos en los que se puede consultar el método de esta bella y elaborada técnica francesa, y se encuentran redactados en francés. La sencillez de sus materiales contrasta con la complicación en su desarrollo; si bien se trata de seguir con el hilo los motivos dibujados en un patrón, bordar a cordoncillo su contorno, y unirlos mediante un tul tejido a festón con el mismo hilo. Es un trabajo basado en la paciencia, virtud que se presume en una buena bordadora, ya que se avanza con extrema lentitud.
No hay que olvidar que el encaje de Aleçon tiene su cuna en la corte italiana. Fueron bordadoras venecianas las que llegaron a Aleçon, donde ya existía tradición encajera, para enseñar su elaboración, y además no pudieron volver a su país por haber traicionado el secreto artesanal de este encaje. Sin embargo, Italia tiene otras delicadezas para impresionarnos, como el conocido Puncetto valsesiano. Este encaje de aguja es originario del valle de Valsesia, en el Piamonte. Más simple todavía en sus materiales, sólo aguja e hilo, se sigue un esquema previamente seleccionado, y se va ganando anchura conforme se confecciona. Se adivina la maestría en cada giro de aguja para conseguir siempre la misma tensión en toda la labor.
En nuestro país, además del encaje de bolillos, podemos presumir del bordado sobre tul. También se le conoce como encaje de Granada, donde existe una antigua y popular experiencia del bordado sobre tul. La suavidad y elegancia de sus formas hace que sean trabajos admirados y deseados.
El tul es una red de hexágonos, que gana ligereza según sea de algodón, hilo o seda, siendo este último el más brillante y suave. El punto cruzado, el punto de pasta o relleno, las bastillas, ojetes y zurcidos se entrecruzan aportando profundidad al dibujo según se concentren o dispersen, consiguiendo que la red tenga una tercera dimensión y el peso necesario para proporcionarle movimiento en el caso de prendas de vestir.
Este bordado adorna pañitos, manteles, ropa de cama y de cuna, abanicos, mantillas y velos de novia. También se confeccionan manteletas, como las de los trajes regionales en el norte de España, llamadas bobiné, y que forman parte de la indumentaria aragonesa, concretamente, del traje de dama.
Éste es el primer pañito que realicé bordado sobre tul. El dibujo es original y simétrico. Mide 32 x 54 cm.
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Sobre una red de algodón en color beige, bordé los motivos dibujados en el patrón empleando hilo mouliné Anchor color ecru. Antes de empezar la labor, asegúrate de tener suficiente cantidad de hilo. Es preferible que sobre hilo a que falte. Si adquieres hilos en varias veces pueden existir diferencias en la coloración de cada lote que, consecuentemente, dañarían la armonía del trabajo.
Las agujas de bordado sobre tul están provistas de una pequeña bola en el extremo que les impide engancharse en la red. Se presentan en tres longitudes, según el punto que se vaya a bordar.
Tanto las agujas como el hilo proceden de la Mercería El Siglo, en Zaragoza, donde además puedes recibir clases para aprender a realizar esta delicada técnica.
El patrón se prepara sobre un papel duro, como el cartón de embalar. Algunas maestras prefieren dibujarlo sobre tela. Después se fija el tul al patrón con un hilo de algodón de coser en tono parecido al del hilo con el que vas a bordar, realizando puntadas largas y en diferentes direcciones. Conforme se va bordando, el propio tul tira de sí mismo y cambia su tamaño, sobre todo, el de algodón; por eso debe estar bien sujeto al patrón y debidamente estirado. Si decides dibujar el patrón en una tela, ésta puede ser algo elástica y deformar el dibujo.
Comienza el bordado por los motivos de las esquinas o el contorno, para que quede delimitado y sea fiel reflejo del patrón. En el contorno del pañito, borda a punto de festón un haz de seis hebras del mismo hilo con el que estás bordando. Conseguirás realzar el interior a la vez que el pañito quedará más terminado. Cuando vayas a bordar los motivos interiores sitúa un paño limpio y de color neutro sobre el bordado ya realizado para que el roce de tus manos no estropee el hilo del bordado. Con independencia del punto con el que bordes cada motivo, resalta su contorno siguiéndolo a cadeneta, para fijar su figura.
Al acabar de bordar, repasa bien todo el tul, por si se ha olvidado algún motivo. Si estás segura de haberlo bordado todo, gira el patrón y coloca el tul sobre una superficie de algodón. Por detrás del cartón verás las puntadas que lo unen al tul. Corta estas hebras y tira suavemente de ellas, porque alguna estará cosida al bordado.
Coloca el tul ya separado sobre una toalla blanca y sobre él un paño de algodón, y plánchalo sin vapor. Es importante que sea una toalla o una superficie blanda porque así no se aplasta el bordado con la plancha.
Seguro que ya estás pensando en el siguiente bordado sobre tul....
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