El nombre de acerico deriva del diminutivo de hazero o almohada, aunque otras fuentes lo derivan del diminutivo de acero, metal con el que históricamente se han forjado los alfileres.
Los primeros alfileteros se remontan a la Edad Media. Los alfileres entonces eran caros, un lujo metálico a disposición de pocos sastres y nobles, por lo que se guardaban en finas y labradas cajitas. Fue a partir del siglo XVIII cuando se empezaron a usar pequeños cojines para pincharlos y almacenarlos. Se hacían con ricas telas, terciopelos y brocados, e iban montados en figuras decorativas de plata. Los formas de zapato fueron las más comunes años después. En la mayoría de los casos eran más un adorno que un útil de costura.
El uso de los acericos se normaliza sólo a partir del siglo XIX, volviéndose algo de común uso y en muchos casos de confección casera. En esta época se ponen de moda también los alfileteros en forma de muñeca de porcelana, que por su fragilidad eran meramente decorativos y de los que hoy en nuestros días se conservan fantásticas colecciones.
La forma de acerico más popular que ha llegado hasta nuestros días desde la época victoriana, es el tomate con una fresa colgando. Según la tradición popular, la colocación de un tomate en la repisa de una nueva casa traía prosperidad y limpiaba los malos espíritus. Si los tomates estaban fuera de temporada, las familias confeccionaban con tejido rojo una bola llena de arena o serrín con adornos verdes como amuleto, que con el tiempo se convirtieron en alfileteros. Entonces el tomate se rellenaba con lana de mecha para evitar la oxidación del acero y la fresa estaba llena de un abrasivo ( arena normalmente) para limpiar y afinar los alfileres.
Espero que os haya gustado.
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