Un año de Blog y 33.000 visitas.

Ayer hizo un año que empecé a escribir este blog para enseñar los que yo considero mis tesoros; compartiendo mis creaciones de una forma distinta, llegando donde físicamente sería imposible. Intentando explicar cómo lo he hecho, según mi forma de verlo, sin pensar que fuera la correcta o la única, fui regalando ideas para que otros las repitieran. Me convertí en la administradora de un ritual semanal sin intención de desprenderme de este compromiso que con lealtad firmé en el aire, buscando dar lo que no sabía que podía llegar a dar. Los números fueron subiendo, y con ellos gané una sonrisa de satisfacción.



Al ir pasando los meses, las opiniones se tornaron en críticas. Mi pasión casi consigue que me abrazara un grillete, pero el síndrome de Estocolmo floreció en mí con tanta furia que siempre negaré que dejé de controlar la situación. Sin anuncios, sin economía. Ni siquiera me planteé buscar una excusa para seguir, y sin saber si las visitas leían o tan sólo veían las fotos.

Y fue cuando decidí publicitar mi marca en el que llaman el mayor escaparate del mundo, dispuesta a aguantar la lluvia negra más envidiada por las Escrituras. Busqué a las maestras, fuera y dentro de la red, busqué la perfección que siempre he querido para mis trabajos, busqué sólo hablar de hilos, persiguiéndolos con un exagerado instinto felino, y aprender, olvidando los vicios que yo misma había creado y que me impedían, sin saberlo, lograr una labor de museo.

Esta desmelenada ilusión por cada entrada me ha sido devuelta en más de 33.000 visitas a mi pequeño rincón. Gracias a todos los que habéis venido con curiosidad, que también es felina, y que nos mueve hacia nuestros sueños, y a los que habéis comentado, sobre el papel y en el aire. Aquí sigo, abrazada a mi dedal de plata, mi bandera, junto a la que voy a seguir enseñando todo el material que queda por sacar de los cajones de mi casa.
¡Os espero en la siguiente entrada!



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