Las tiendas de todo a cien, conocidas popularmente como los ‘chinos’, nos solucionan la papeleta también en Navidad, ofreciendo artículos de calidad apreciable a precios muy competitivos. Entre ellos, los Nacimientos de resina. Gracias a la magia de los pinceles, convertiremos un juego barato en un conjunto único, que pasará por una selecta obra original.
El conjunto tal como viene en la caja. Vemos que tiene buen tamaño, y calidad razonable. Sólo nos ha costado siete euros, y además de las figuras, se incluyen las orlas santas de la cabeza y el bastón de San José. Hemos puesto sobre la mesa un cartón de embalaje, para protegerla de las manchas. Utilizaremos acuarelas sintéticas para colorear nuestras figuras. Un pequeño plato de loza o de cristal nos facilita coger los pigmentos y hacer las mezclas.
Cautelosamente, empezamos por las figuras secundarias del Nacimiento, la mula y el buey, para cerciorarnos de que el pigmento deja la apetecida librea en la resina, y conocer las texturas.
Damos una base morada a la mula, y aplicamos un bonito color terroso al buey. El mismo tono será la segunda capa de la mula.
Las acuarelas sintéticas dan un resultado muy satisfactorio en la superficie de resina. Otra ventaja de este material, además del precio, es su dureza: los apéndices de las figuras del Belén, como las orejas de la mula, patas de las ovejas, riendas de los camellos, palos de las zambombas y demás, que van cayendo en acto de servicio con el paso de los años, por más cuidado que se ponga, están a salvo con la resina. Ninguna pieza de barro sobrevive a una caída accidental desde la mesa, algo que las figuras de resina encajan sin inmutarse. Terminamos los animales dando un color verde musgo a la peana.
Ya hechos a la textura de la resina y al punto de las acuarelas, abordamos las figuras humanas del Nacimiento, empezando por San José.
Observaremos que el manto presenta rugosidad, con los hilos de la trama muy visibles, mientras que la túnica, de tejido más fino, es completamente lisa. Realzaremos ese contraste empleando dos colores distintos. Las facciones son el capítulo más delicado de todo el trabajo. Cogemos ahora un pincel más fino, y siempre con cautela, hacemos un primer intento con la barba, en un color próximo a los del ropaje.
La misma diferencia de tejidos, en la Virgen. Para la túnica escogemos un color azulado, emblema tradicional de la Inmaculada.
Hemos dado a las peanas de la Virgen y San José el mismo color verde de los animales. Hacemos un descanso en el trabajo, para comprobar los resultados que vamos consiguiendo. La pausa es muy estimulante, pensamos que el trabajo lleva excelente rumbo, y nos cuesta reconocer las figuras de resina fabricadas en serie debajo de tan bonitas coloraciones. Las acuarelas acrílicas secan rápidamente, y alternando las figuras el trabajo avanza a muy buen ritmo: todo el trabajo se puede empezar y terminar la misma tarde.
Y llegamos a la figura más delicada, el Niño en el pesebre. La escala menuda, y la suavidad en los rasgos faciales y en el color de la piel, reclaman toda la precisión con el pincel. Empezamos por los pañales y la manta, para los que recurrimos a los colores azulados de la túnica de la Virgen. Las facciones quedan para el final. Tenemos ahora mejor tacto que al comienzo de la tarea, de modo que el Niño Jesús va quedando francamente bien. Observemos que es la pieza con más variedad de materiales: heno, madera, tejido y piel.
Un retablo en tríptico servirá como fondo para el Nacimiento. Bajo la atenta mirada de San José, lo adornamos con cromos de angelitos, a los que hemos dado forma y relieve con un barniz de manualidades. Después de pegarlos en la madera con cola de carpintero, damos un producto especial que añade textura.
Para el exigente trabajo de las facciones empleamos tonos suaves con un pincel muy fino. Damos luego una somera pátina a todo el conjunto con cera transparente.
Sólo falta envejecer el cayado de San José, que viene de fábrica con un dorado demasiado reluciente. Después de lijarlo con papel del número 220, lo embadurnamos con una pátina de metales. De esa manera tan sencilla conseguimos que el bastón quede a tono con el artesanal y lujoso Nacimiento ‘de anticuario' que hemos adornado.
Esa misma tarde podemos montar nuestro bello Nacimiento, que, completado con el tríptico, forma un adorno entrañable para el salón. El módico gasto de siete euros en figuras de resina nos ha proporcionado un conjunto de primera categoría, gracias a las excelentes acuarelas sintéticas.