Conocí a Terry Pratchett tarde. Bastante tarde. Pero el flechazo fue absolutamente instantáneo. Me encantan esos libros que abres y te absorben, te hace reír hasta las lágrimas y te obligan a releer una y otra vez una página porque no te crees lo bien escrita que está.
De hecho, conocí a Terry Pratchett por azar, en el aeropuerto de Frankfurt, cuando nuestro vuelo de Copenhague a Barcelona tuvo overbooking y nos hicieron volar vía Frankfurt. No puede haber más casualidad que esa: tuve dos horas muertas en ese aeropuerto donde no tenía que estar y mirando los lomos de los libros del kiosko cutre que había frente a nuestra puerta de embarque, vi su nombre, que había oído muchas veces, y me decidí a comprar el libro, que me hizo soltar sonoras carcajadas en la sala de espera.
Desde entonces tengo el ritual de mirar siempre los libros en inglés cuando viajo en avión. A veces lo encuentro y entonces es obligatorio comprar cualquiera de esos títulos, en esas ediciones baratas que de leerlas y releerlas acaban quedando gordas, con el lomo retorcido y las páginas amarillentas. Seguro que sabéis lo que digo. Bueno, en los aeropuertos, pero también en las librerías con sección de libros en versión original y en las estanterías de mis amigos. Sobre todo en las estanterías de mis amigos.
Tengo que admitir que se me saltaron las lágrimas al enterarme (tarde también) de su muerte el jueves pasado. Y que me he pasado el fin de semana leyendo y releyendo artículos cual stalker experta, con el corazón en un puño y la tristeza de saber que ya no habrá novedades que traigan su sello sarcástico, divertido y absurdo.
Pero nos queda una obra mágica y muy abundante para leer, releer y compartir. Cuando leí el prólogo de Buenos presagios, no pude evitar reírme mientras los autores (Pratchett y Neil Gaiman) describían el estado de los ejemplares que les tocaba firmar: manoseados, escritos, recompuestos con cinta de embalar, caídos al inodoro, prestados mil veces... Así son los libros de Terry Pratchett, los típicos libros que le pones en la mano al amigo que viene a cenar, el que obligas a leer a tu pareja, el que le pasas a tu sobrino o al jefe que te cae bien. Los típicos libros que abres al azar para releer una frase y troncharte de risa sin que venga a cuento, los que tienes apilados en el suelo junto a la mesita de noche por si te ataca el insomnio, los que sacas de la estantería para usarlos de peso y te entretienes leyendo de pie sin recordar para qué los habías ido a buscar.
Así que pensé que no podía dejar de hacerle un pequeñísimo homenaje, y aquí está mi cuadrito de punto X con una estupenda y ligeramente sarcástica frase, difícil de traducir con todos sus matices, pero que vendría a ser, literalmente: "¿Sabes? Estás graciosamente equivocado." Con un puntito condescendiente, pero con esa corrección británica que siempre me arranca una sonrisa.
De hecho, estoy pensando en iniciar una serie de cuadros con grandes frases de mis artistas favoritos. La próxima que pase por el punto X podría ser: "Nadie espera a la Inquisición española". ¿Sabéis de quién es?
He resaltado una palabra en rojo y le he puesto una tela de cuadros por detrás
Este cuadro no tiene mucho misterio si normalmente hacéis este tipo de proyectos, pero, si como yo, los hacéis muy, muy de vez en cuando, a lo mejor necesitáis el diagrama, así que os lo dejo aquí abajo. Si queréis, otro día os cuento cómo empezar en el punto de cruz, si es que tenéis dudas.
Y nada más, espero que hayáis leído a Terry Pratchett, y si no lo habéis hecho, descubridlo tarde, como yo, pero descubridlo. Podría ser que no os gustara (si tenéis muy mal gusto y nada de sentido del humor ;^P) pero lo más probable es que os deje con la boca abierta.
A Sir Terry, solo darle las gracias por los momentos compartidos... ¡y los que nos quedan!