Material de partida: lacas de uñas viejas, medio secas, que ya no aseguran una buena manicura aunque se intenten disolver con acetona, con colores o efectos estrambóticos fuera de moda, o que proporcionan mala cobertura.
En lugar de las temperas o similares, se están convirtiendo en mi pintura de cabecera para superficies pequeñas o metálicas.
Las lacas con purpurina o efecto brillante las suelo utilizar para escribir letras o hacer efectos en tarjetas de felicitación o trabajos de manualidades.
Las lacas negras o plateadas las he utilizado para reavivar el color de pendientes metálicos que con el uso parecían rozados o descoloridos.
Las lacas transparentes son el barniz más versátil que existe, y aunque estén amarillentos o coloreados no se tiran porque siempre hay una carrera en las medias o unos pendientes que producen alergia que lo necesitan.
Otro uso, gastando lacas de colores que tenía abandonados hace tiempo, era pintar anillas de lata, que pueden acabar convertidas en matrioskas si nos agenciamos con qué hacerles el cuerpo y la carita, como ya describí en un post anterior.
En este caso y siguiendo mi obsesión de disimular las marcas comerciales de objetos que uso, pinté la superficie de un metro extensible de publicidad, poco funcional porque es muy corto, feo como él solo, con efecto craquelado.
Usé tres capas de laca blanca, ya medio seca y pésima para la manicura francesa, y laca negra con efecto craquelado que también está bastante denso y ya no usaré mucho porque está fuera de moda y ya no puedo ir con esas pintas como si nada. Por último, laca transparente para dar más brillo. El resultado parece una especie de animal print que sabéis que para mí es un valor seguro.
Y por que yo fui a lo rápido y lo seguro, pero por lo mismo se podía haber intentado un efecto de piel de jirafa, de vaca, de cebra, de leopardo...
Y es que yo solo tiro una laca de uñas a la basura cuando se necesita martillo neumático para sacar el pincel de lo seca que está. En un pispas puede servir para custodiar cualquier artilugio tonto que tengamos por casa, dejándolo más gracioso y con ganas de darle otro uso.
No sé cómo narices llegó esto a mi vida.
Se puede jugar con el efecto carleado en función del grosor de la capa negra antes del secado.