En todas mis labores he partido de una premisa imprescindible: para aprender correctamente a hacer un trabajo hay que emplear buenos materiales. Mis manos y mis ojos valen mucho como para que, después de dedicarle tiempo, el trabajo muestre un mal aspecto causado por la pobreza de los materiales. Y ya que lo denomino Taller de Hilos, está claro qué detalle es el más importante para mí.
Hay algunos elementos que pueden ser sustituidos por otros más rudimentarios, pero manejar accesorios poco adecuados puede originar malos hábitos o incluso el aprendizaje erróneo de una metodología en concreto. Si hay una imagen en la red que me impactó fue aquella que encontré en la que se estaba haciendo encaje de bolillos utilizando pinzas de la ropa... Este extremo no es necesario. Como en todas las artes, hay distintos grados de calidad en los instrumentos, acompañados de un precio. En el término medio está el buen gusto.
Conforme me interesaba más el encaje de bolillos iba aumentando mi interés en mejores materiales. Me atraía su belleza, sobre todo, la de las maderas nobles de los palillos de bolillos. Algunas de estas maderas, desconocidas por mí hasta entonces, consiguieron hipnotizarme lo suficiente como para adquirirlas.
Bolillos de Bayeux en madera de Amaranto. Gallina-alfiletero realizada con la técnica de patchwork, y bolsa a juego para recoger los hilos, confeccionadas por Pepi Eleno.
Palillos de bolillos en madera de Guatembo, algunos pintados con chalk paint o pintura a a tiza por Ángeles Santigosa, coronados por un bolillo recuerdo de Camariñas.
Palillos de bolillos en madera de Bobinga, durante la realización de un encaje.
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