Las cinco mujeres, todas ellas prostitutas de un burdel español, se muestran desnudas en una estudiada pose delante de una tela estructurada a modo de telón. Se ofrecen abiertamente al espectador, de pie, con los codos en alto presentando unos bonitos senos, o sentadas con las piernas abiertas. Solo la segunda figura de la izquierda y la del centro se cubren parcialmente con una tela clara. Las formas de los cuerpos son angulosas y desproporcionadas: los pechos sombreados recuerdan el palo de diamantes de la baraja francesa, los vientres son un simple triángulo y las manos y los pies resultan sobredimensionados. Tal como enseñamos a nuestros alumnos de clases de pintura en Madrid, los rostros no pueden interpretarse de acuerdo con las normas de la perspectiva; es como si estuvieran representado de frente y de perfil al mismo tiempo. La figura sentada tiene los ojos en diagonal, y el rostro de la mujer de pie detrás de ella se asemeja a una máscara. Abajo, en el centro, aparece una naturaleza muerta con varias frutas, cuya configuración cromática se corresponde con el resto del cuadro. Predominan los colores “carnales”, además del blanco y el azul. La legibilidad del cuadro se quiebra con la perspectiva cambiante de las figuras, la falta de naturalidad de las proporciones y los rostros planos con características de máscaras.
El título que le pone Pabo Picasso a esta obra, hace referencia a las maisons d´Avignon, los burdeles de la calle Avinyó de Barcelona. Picasso, que había vivido en esta ciudad antes de establecerse en París, plasmó sus recuerdos en el cuadro. Las señoritas de Aviñón encontró rechazo incluso en el circulo de amigos íntimos y coleccionistas del pintor, ya que por aquel entonces no se aceptaba la representación de una escena de burdel con un predominio de lo carnal en proporciones y perspectivas desacostumbradas. El formato inusualmente grande subraya la visión del Picasso, nada ortodoxa para su época. Para Leo Stein la obra constituía un “caos terrible” y, según parece, Derein llegó a decir que “algún día alguien encontraría a Picasso ahorcado detrás de du enorme pintura”, este asimismo sentenciaba: “Todo el mundo encontrará absurdo u horrible (el cuadro)”.
Los alumnos que asisten con nosotros tanto a clases de dibujo como de pintura en madrid, aprenden que inicialmente la obra se titulaba El burdel de Aviñón. En uno de los primeros estudios para la pintura aparecían dos figuras más, con toda probabilidad masculinas, rodeadas por figuras femeninas de aire más bien estático. Los rostros carecían aún del aspecto de máscara. En marzo de 1907, las esculturas ibéricas del Louvre hablan llamando la atención de Picasso. Poco después compró dos cabezas ibéricas de Géry Piéret, comeciante de objetos de arte; esto y la visita que realizó al Museé ethnographique del palais du Trocadéro contribuyeron a que Picasso retocase tres de las cinco figuras femeninas.
El artista no expuso el cuadro en público hasta 1916, por poco tiempo. En 1924, la obra pasó a formar parte de la colección de Jaques Doucet por mediación de André Breton y en 1939 llegó al Museum of Modern Art de Nueva York, donde por fin, tanto en la presentación como en la puesta en escena, se le hizo honor al puesto que le correspondía en la historia del arte.
Esperamos que hayas disfrutado de este breve repaso a esta obra del genial Picasso. Estaremos encantados de recibirte en nuestros cursos de dibujo, pintura o fotografía en Madrid.
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