La leyenda cuenta que hace mucho mucho tiempo, vivía un emperador muy impetuoso y altivo.
El emperador tuvo conocimiento de que en una de sus provincias existía una bruja con grandes poderes, capaz de ver incluso el hilo rojo del destino.
Por eso,decidió contratar a la adivina para que le condujera a su esposa.
La bruja emprendió la búsqueda. Husmeo día y noche, incansable, con tesón....
El rastreo la llevó a un mercado, donde una campesina, con su bebé en brazos, vendía comida.
Alegre, indicó al joven monarca que esa era la persona con la que terminaría casándose, pero él, impulsivo y arrogante, decidió que ese harapiento bebé, no sería la mujer con la que compartiría su reino. Por eso, enfadado, empujó a la aldeana, que perdió el equilibrio y rodó con la niña. Al incorporarse ... temblaba, su bebé sangraba con una brecha en la pequeña frente.
El emperador, desde su majestuoso caballo, ordenó a su guardia cortar la cabeza de la bruja.
No permitiría que una harpía se riera de él.!
Los años pasaron y.... llegó el momento en el que el rey debía contraer matrimonio.
La corte y sus consejeros insinuaron que su mejor opción era casarse con la hija de un general, inteligente y fiel, de una revoltosa provincia.
Aceptó, esa unión fortalecería su reino. Además, tenía entendido que la joven era muy bella.
El día de la boda, la prometida se presentó con paso tímido y la cabeza alta; un precioso velo ocultaba su cara.
Tras la ceremonia, el novio levantó el liviano tul y vió por primera vez el rostro de su esposa, su belleza no quedaba deslucida por la peculiar y vieja cicatriz que recorría su frente.
Un hilo rojo invisible
conecta a aquellos
que están destinados a encontrarse,
a pesar del tiempo, del lugar,
a pesar de las circunstancias.
El hilo puede tensarse,
enredarse,
pero nunca podrá romperse.
( Fotografías vía TUMBLR)