En lo que llevamos de año, que no es mucho, ya os he enseñado dos chales de punto. El primero fue el Cheri Chevron Shawl que hice para regalar a mi madre por su cumpleaños y el segundo fue Storm Shawl que también fue un regalo de cumple, pero esta vez para mi suegra.
Y ¿qué os traigo hoy? pues sí, otro chal, el Rosewater de Janina Kallio (Woolenberry).
No os lo vais a creer, pero sí, este chal también lo hice para regalar, aunque no fue con motivo de un cumpleaños.
¿Os suena de algo el Club LolaHilos? Es posible que os suene porque yo creo que ya os hablé del club alguna vez, pero por si acaso os cuento de qué va. Somos un grupito muy majo de chicas (durante un tiempo también había un chico, pero se ve que lo espantamos) que nos reunimos en la chuli tienda lanera LolaHilos una vez al mes para tejer, charlar, degustar ricos bizcochos, tomar café (no es obligatorio, algunas toman infusiones varias), ... Ya veis, son ratitos para alimentar el cuerpo y el alma.
Pues bien, allá por el mes de octubre o noviembre, no me acuerdo bien, decidimos organizar un amigo invisible entre las integrantes del club. La idea era hacer un sorteo, seguro que ya sabéis cómo van estas cosas, y regalarle a la persona que te tocara algo hecho con tus manitas. Hicimos tableros con nuestros gustos en Ravelry, rellenamos unos formularios para informar de nuestras preferencias en cuanto a colores preferidos, materiales, posibles alergias, ... Todo muy profesional. Estas cosas suelen organizarse por Navidad, lo sé, pero nosotras, que nos conocemos, decidimos fijar la fecha de entrega de nuestros regalos una vez pasadas las fiestas y la hicimos coincidir con la reunión de febrero.
El sábado parecíamos todas niñas el día de Reyes por la mañana, jajajaja. ¡Qué nervios!
Fuimos llegando poco a poco, fuimos dejando nuestros paquetitos en una enorme caja de cartón y fuimos tomando asiento para empezar nuestras respectivas labores. No queríamos empezar la fiesta hasta que estuviésemos todas. Tejer, lo que se dice tejer, tejimos más bien poco, pero café y bizcocho no faltó. Hasta teníamos dos bizcochos diferentes, que la ocasión bien lo merecía.
Y llegó la hora de los regalitos. Primero repartimos todos y decidimos abrirlos de una en una, que no nos queríamos perder nada. Cada una que abría su regalo intentaba adivinar de quién provenía. Qué de cosas bonitas nos regalamos y qué nivelón tienen estas chicas para empaquetar. Los regalos eran muy bonitos, pero los empaquetados no se quedaban atrás, madre mía.
Mi sorprendedora me hizo una bonita bolsa de proyecto de buen tamaño, me conoce bien y sabe que siempre tengo varias labores empezadas, jajajaja. Además de la bolsa, me hizo un estuche a juego para llevar los accesorios. Y como todo eso le parecía poco lo llenó con un montón de cosas bonitas, marcadores, topes para las puntas de las agujas, agujas laneras, una libreta monísima con un boli y unos ovillos preciosos de Katia Rainbow Socks para hacerme unos calcetines. Un REGALAZO. Mil gracias, Iria.
Después de toda esta introducción vuelvo al chal. El chal Rosewater fue el regalo para mi amiga invisible. Está tejido con Malabrigo Yarn Sock en color Terracota (802) y agujas de 4,5 mm.
Es un chal sencillito, pero que resulta muy elegante. Tiene forma semi circular. Va tejido en punto bobo con aumentos en los extremos y lleva una sección de calados, que no son para nada complicados, al final. Nada más. Y sólo con eso se consigue un chal de lo más elegante y resultón.
Uno de los atractivos de este chal es que se hace con una sola madeja. Sí, estáis leyendo bien, una sola madeja, igual que el Storm Shawl. Yo utilicé una madeja de Malabrigo Yarn Sock en color Terracota (802) y agujas de 4,5 mm. La aguja propuesta en el patrón es 4 mm, pero después de mi experiencia con el otro chal y los problemas para bloquearlo, tenía miedo de que el punto bobo quedara demasiado tupido y achicara el chal, así que opté por aumentar un poco la aguja.
No sé si fue por el cambio de aguja o por mi forma de tejer o qué, pero cuando estaba llegando al final me di cuenta de que no me llegaba la lana para hacer las dos repeticiones de calado que pide el patrón. Así que dejé sin hacer las dos últimas hileras y cerré todos los puntos.
No es un cambio crítico, queda preciosísimo de todas formas y muy luce un montón.
Una vez rematado llegó el momento del bloqueo. Lo veía pequeño y después de la experiencia con el otro tenía miedo de que encogiera así que ya me fui a bloquear directamente colgándolo para que se estirara con su propio peso. Pasé del puzzle, las varillas, los pinchos y demás. Al estar colgado y ventilado secó rapidito y parecía que había quedado bien, así que lo doblé y lo guardé bien guardadito. Estaba orgullosísima de mí misma porque esta vez lo había hecho con tiempo y tenía el chal listo con bastante antelación. No me iba a tocar bloquear el día anterior y terminar secador en mano como me había pasado con el Cheri Chevron Shawl.
¿Seguro?
Mi intención desde el primero momento fue hacer una bolsita de tela para guardar el chal. Quedan tan monas en algodón sin teñir con un toque rústico. Hasta ahora sólo había hecho bolsas para guardar amigurumis que regalaba a niños, creo que aun no le había tocado ninguna bolsita a un adulto. Pero una bolsita lisa con el nombre bordado me pareció ideal para entregar el chal.
Como esas bolsitas se hacen en un abrir y cerrar de ojos me confié y lo fui dejando, lo fui dejando, lo fui dejando, ... Y llegó viernes, el día antes del día D. Cogí el chal para hacer unas fotos (también lo fui dejando, lo fui dejando) y pensé que me daba algo. No me había fijado pero justo en el centro de la parte superior, donde va el inicio del chal, hacía una bolsa. Aaaahhhh. No me lo podía creer. Pero ¿cómo no me había fijado antes?
Que no cunda el pánico. Me da tiempo. Vamos. Hice las fotos prestando atención a que no se notara demasiado ese efecto tan raro. Puse el chal a remojo, le escurrí el exceso de agua con una toalla, luego me acordé del truco de Belén (Tejer en inglés) para centrifugar prendas de lana dentro de una bolsita, metí el chal en la lavadora, esperé mordiéndome las uñas y cuando acabó el centrifugado bloqueé el chal. Pero esta vez lo bloqueé bien, saqué toda la parafernalia, coloqué varillas y pinchos por doquier y me encomendé a todos los santos para que secara a tiempo para la mañana siguiente.
La peque tenía un cumple, la llevé y me volví para casa. Faltaba la bolsita. Saqué la tela y todos mis bártulos de coser, hice la bolsita sin pensar demasiado en lo que estaba haciendo y al terminar vi el reloj. ¿Me dará tiempo a bordar el nombre antes de ir a recoger a la niña? Sí, no, puede ser, venga va, lo intento y si no pues ya lo haré por la noche.
Me dio tiempo. Acabé unos minutillos antes de la hora en la que tenía que salir para recogerla. Todo iba bien.
Para que el chal estuviera listo tuve que echar mano de nuevo de mi amigo el secador, pero quedó estupendo y a mi amiga invisible le gustó, que es lo importante.
No quedó enorme, claro, porque no es un chal enorme, no puede quedar del tamaño de una manta de la cama, al fin y al cabo se teje con una sola madeja. Pero sí se ve más grande que el Storm Shawl.
Como ya os dije más arriba, el chal Rosewater es un diseño de Janina Kallio (Woolenberry). El patrón es de pago, está disponible en un montón de idiomas incluido el español y lo podéis comprar en Ravelry pulsando AQUÍ o en la web de Woolenberry pulsando AQUÍ.
Si buscáis inspiración para tejer podéis ver más versiones de este chal en Ravelry, consultando los proyectos enlazados con el patrón, y en Instagram, buscando el hashtag #rosewatershawl.
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