Además de muy vintage y decorativos, otra ventaja es que, si no son muy grandes, se pueden hacer en un ratito. De vez en cuando apetece hacer algún trabajo que puedas ver terminado en un suspiro y disfrutarlo desde el primer día.
Estos banderines de arpillera los hice en nada, y veréis qué monos han quedado.
Lo primero es volver a la época del colegio y coger regla y compás: divertido desde el minuto uno. Me senté en el escritorio de mi hijo y todo!!! Qué ilusióoooon volver a sentirme colegiala por un rato!
Supongo que recordaréis cómo se hacía un triángulo isósceles, no? Si no... de vuelta al cole!!! jajajaja. Por si acaso: se traza una recta (de 8 cm. en este caso), se abre el compás a la medida deseada (aquí, 9 cm.) y pinchando sobre los extremos de la recta, se marcan dos arquitos en la parte superior, uno a cada lado. El lugar donde se juntan es el pico del triángulo (el vértice, por favor, hablemos con propiedad). Después, sólo hay que unir este punto a cada extremo: triángulos perfectos garantizados! Y es que, después de todo, la geometría valía para algo jajajajja.
Una vez recortados los triángulos en arpillera, con un pincelito di cola por todo el contorno, para evitar que se me deshilacharan. Ya sabéis que la arpillera lo hace en cuanto te descuidas. Aunque, si no es en exceso, un cierto deshilachado le da su encanto al banderín.
Después, la decoración. A los dos banderines que iban a empezar y terminar la guirnalda, les pegué dos puntillas diferentes; a los demás, un estarcido con plantilla de letras y pintura textil chocolate.
Una vez decorados, uní todos los banderines a una puntilla beige.
Así de rápido y sencillo!
Un detalle decorativo con muchas posibilidades.
Parece que el tiempo no nos va a acompañar este fin de semana, pero como es largo, vamos a intentar disfrutarlo al máximo!
Besos para tod@s!!!