Hago muchas cosas al cabo del día, muchas más al terminar la semana, y alucino cuando echo la vista atrás y veo todo lo que he hecho en un mes. Aún así siempre me quedo con ganas de haber hecho más y trabajo cada día en aumentar mi productividad. Y no es que sea una adicta al trabajo, nada más lejos! Pero sí que tengo una adición: ser feliz. Llámame rara si quieres pero cada vez me gusta más ser feliz, sentirme bien. Me gusta la sensación de tener el control de mi vida, de hacer lo que me da la gana, de rodearme de cosas, personas, momentos que me producen felicidad.
Me he dado cuenta de que para hacer aquello que me gusta tengo que dejar de hacer cosas que no me gustan, lógico, no? Quito una que no y añado una que sí. Así de simple. Cuando no puedo quitar algo, lo transformo para que sea más apetecible y listo. Esta nueva forma de vivir, a veces choca con mi entorno. Aunque todos queremos ser felices no todos se permiten serlo. Hay quienes se castigan no permitiéndose ni un solo momento al día de cosas que le gustan. Yo creo que a esas personas les faltan pelusas. Como nunca las han visto, sienten pánico solo con pensar en tener una, así que de disfrutar nada de nada. Bueno, disfrutan de todo lo que la vida trae en el camino, pero no buscan la felicidad por iniciativa propia. Dicen que es así como aparecen las pelusas.
Yo tengo dos grandes pelusas debajo del sofá. A veces me asomo y si las veo más gordas, me río. Me hacen ser más feliz. Me asomo poco porque eso las asusta y me roba tiempo para hacer cosas que me gustan...
Y tú, tienes pelusas en tu casa? Si es así, enhorabuena ;)
Feliz fin de semana largo!!
Nos leemos el miércoles!!!