En este momento tiene dieciocho meses, año y medio. Es un cruce de podenco y es toda vitalidad, a veces creo que va a acabar conmigo.
No sé si te interesará la historia pero lo cierto es que a mí me gusta contarla. Básicamente porque es mi forma de mostrar mi agradecimiento, algo que nuestros perros no necesitan de nosotros.
No voy a decir que estaba sumida en la depresión más profunda porque no soy una persona depresiva, pero sí que estaba bastante hundida. Los tres últimos años habían sido muy duros, con un palo tras otro. No podía andar por una lesión en las rodillas y eso hizo que me tuviera que recluir en casa, me echaron de mi trabajo (en el que llevaba diecinueve años) y, como colofón creo que el palo más duro fue perder a mi madre en el año nuevo de 2012. Primero por cuestiones de salud y luego porque no me apetecía ver a nadie, me encerré en casa y sólo salía lo indispensable. Para colmo, la casa tiene sus años y hemos tenido unos cuantos problemas serios con ella... En fin, un desastre.
Pues pasando la siguiente Navidad con mi hermana Raquel en Valencia, fuimos a visitar un refugio pensando en adoptar una perrita pero sin tenerlo del todo decidido. Me enseñaron varias cachorritas preciosas pero me enamoré de una de ellas que, por lo visto (lo dijeron las dos personas que me acompañaban), no era la más bonita pero aun así, fue un flechazo. Pequeñita, parecía asustada y estaba muerta de hambre y llenita de pulgas; sólo tenía cuarenta y dos días. El nombre ni siquiera fue una elección, tan blanca y con los ojos verdes tenía que llamarse Cersei, la malvada reina de la saga de Canción de Hielo y Fuego (también llamada Juego de Tronos).
Ella me obligó a volver a salir a la calle y a volver a relacionarme con otras personas. Sin darme cuenta, me ha cambiado el humor y me ha dado un poco de paciencia (no mucha, la paciencia no es mi fuerte) y mucho de felicidad y amor.
La mayoría de las veces, al volver a casa temo lo que me pueda encontrar cuando llegue y me ha dado muchos disgustos. Aun así, ya no concibo mi vida sin ella. Cuando ocurre algo desagradable o me dan una mala noticia (como ocurrió ayer), lo primero que se me viene a la cabeza es que me gustaría estar con ella. Me reconforta como ningún ser humano puede hacerlo. Sé que quienes no tienen perro no lo entenderán y que, incluso, se pueden llevar las manos a la cabeza pero los que sí tienen me entenderán perfectamente.
Por eso quiero participar en la fiesta de enlaces que organiza Miss Lavanda con una foto de mi amiga peluda, Cersei, tomada un año después de haberla adoptado. Con A de AMIGA.