El buen aroma en un casa es uno de los aspectos más importantes que debemos tomar en cuenta, no solo la decoración, sino también el buen olor que perdure por mucho tiempo. Para conseguir que nuestra casa huela bien y que, además, produzca una sensación agradable, sin caer en excesos, no sólo podemos recurrir a los ambientadores industriales que encontramos en cualquier droguería, también podemos echar mano a una serie de trucos caseros que se resuelven con un poco de maña e imaginación.
El uso de plantas y flores para aromatizar una casa es una costumbre antigua que sirve tanto para mejorar la sensación de bienestar como para purificar el aire y alejar a ciertos insectos. Las posibilidades de los ambientadores hechos a mano son muchas, pero antes debemos seguir una máxima: nunca excedernos en la combinación de esencias y dar toques ligeros, no demasiado penetrantes, para evitar ambientes recargados.
Otro punto importante a tener en cuenta es que cada estancia de la casa exige fragancias diferentes. Por ejemplo, para evitar mezclas de olores que afecten al gusto de los alimentos, tendremos que ser especialmente cuidadosos con los aromas de la cocina o el comedor. Nunca recurriremos a productos que se usen en la cocina, como aromas frutales o basados en especias, ya que podemos estropear el sabor de un buen menú.
Las fragancias florales son las que mejor casan con el salón o el cuarto de estar, así como los toques frutales y cítricos. En el dormitorio, la lavanda y la melisa favorecen la relajación; en cambio, las flores, fomentan el erotismo. En el cuarto de baño optaremos por fragancias frescas: limón, rosa, caléndula, menta o sándalo.
Además, debemos saber que existen aromas que estimulan y otros que relajan, así que, dependiendo de nuestras intenciones en cada habitación, optaremos por unos u otros. Dan serenidad la manzanilla, la melisa y la lavanda, mientras que el pino, el limón, el cedro, el romero y el enebro consiguen el efecto contrario, mucho más revitalizante.
Cómo sugerir aromas en las habitaciones
Las técnicas son muchas y de complejidad variable. Lo más fácil y, a la vez, decorativo, es recurrir a un cesto de mimbre o a un plato cerámico grande, que rellenaremos con aquellas plantas, flores, hojas y especias que más nos gusten. Por ejemplo: hojas de eucalipto, ramas de hierbabuena, hojas de salvia, laurel o mirto, pétalos de rosa y algunos trozos de vainilla, canela y jengibre. Añadiendo un poco de alcohol o esencia de rosas conseguiremos reavivar la fragancia cuando ésta vaya perdiendo intensidad.También se utilizan velas aromáticas de diferentes tipos y olores. No sólo se pueden comprar, también podemos recurrir a nuestras propias manos, pero en lugar de añadir sólo la cera durante el proceso de elaboración, podemos incorporar esencias y aceites, para que, al encenderlas, perfumen las habitaciones. Las barritas de incienso son otra de las opciones para los amantes de la aromaterapia. La variedad es muy grande, todo depende de nuestro gusto.
Otra manera es hacer ambientadores de modo natural. Para ello, no tenemos más que comprar un pequeño tarro de cristal, que también sea decorativo, y llenarlo con aceites esenciales aromáticos. Abrir el tarro periódicamente permitirá desprender fragancias muy agradables por todo el hogar. Los aceites se pueden mezclar y crear aromas variados, o bien diluir en alcohol, para atenuar su efecto.
Cómo sugerir aromas en las habitaciones
Con la palabra de origen francés popurrí se denomina la mezcla aromática de flores y otros productos vegetales con perfumes y aceites. Este tipo de 'ambientador' tiene la doble ventaja de mejorar el olor de la estancia y, a su vez, decorarla. Las bolsas de popurrí se pueden encontrar fácilmente en tiendas especializadas y grandes superficies. Utilizaremos pétalos de flores recolectados del jardín o de flores compradas, que dejaremos secar en frascos poco profundos con una capa de arena. Tras dos semanas se habrán secado.Otro sistema es utilizando toda la flor: se cuelga por el tallo boca abajo, sin las hojas, o bien todo un ramo atado y colgado al pomo de una puerta. Una vez secas las flores, introduciremos los pétalos en un tarro de cristal que completaremos con aceites aromáticos (de lavanda, laurel, jengibre, almendra, eucalipto, clavo, etc), piel de frutas (cítricos, por ejemplo, que ofrecen fragancias muy frescas), algunas especias, así como hierbas medicinales y aromáticas. Cuantas más combinaciones hagas, antes llegarás al perfume que estás buscando para tu casa.
Con un aceite fijador, por ejemplo, de sándalo, pachulí o bergamota, conseguiremos que el aroma permanezca durante más tiempo. Mezclados los ingredientes bien y una vez que hemos hallado un olor que nos convenza, introduciremos todo en un recipiente cerrado herméticamente, que agitaremos al menos una vez al día. Pasado un mes, tendremos nuestro ambientador listo. Introduciremos la mezcla en bolsitas de tela decorada, que pueda transpirar, o en frascos de cristal, que abriremos cada cierto tiempo para esparcir la fragancia por las habitaciones.