Eso mismo me pasó con esta tela de alces. Vi un retal, un pedazo pequeño, en un mercado, mezclado con trozos de sábanas, telas ya acolchadas y muchas más. Era el único trozo que tenían, y tras mirarlo un poco y saber qué vestido le quedaría perfecto, no pude resistirme. Y me arriesgaba, porque el trozo era realmente pequeño.
Fue justo antes de las mini vacaciones de Carnaval. Este año estamos yendo a clase solamente una tarde a la semana, por lo que si nos cae un festivo en medio, casi se consideran vacaciones. Y no puedo estar tanto tiempo sin coser, tengo que hacer algo para no acomodarme y seguir aprendiendo.
Me propuse hacerlo sola durante ese tiempo, como reto personal. Hace un par de meses hice lo mismo con la capucha de oso: la haría sola durante las vacaciones de Navidad. Así como en diciembre lo conseguí, en este caso no pude.
Sabía bien qué tipo de vestido quería. Los alces me gustaban tanto que llevaría el menor número de costuras posibles: nada de pinzas ni cortes en la cadera o en la cintura. Que destacasen los alces. Y que estuviesen alineados (además de que porque esta tela lo pedía, mi profesora no aguanta los estampados no alineados), para crear toda la continuidad posible. Y no quería mangas, aunque una pequeña manga japonesa no le quedaría mal. La tela es gorda, lo pensé como vestido de invierno para ponerle camiseta y medias gordas por debajo.
Así que en casa me puse e hice los patrones. Le di un poco evasé partir de la cadera (creo que fueron 5cm a cada lado), continué la línea del hombro casi 6cm para crear la manga, comparé con otro vestido con un corte parecido que tengo para comprobar que no había hecho una burrada y me lié a cortar. Por cierto, lleva el mismo tipo de manga que el vestido Amèlie.
Está formado en tres piezas: un delantero y dos traseros, ya que lleva una cremallera invisible en la espalda. Montarlo fue facilísimo, pero cuando me lo probé, pensé que me hacía formas raras. Me miré en el espejo, corregí con alfileres, volví a mirarme... pero no me gustaba. Vi que me había bollos en el pecho, que la manga pequeña le daba un aspecto demasiado ancho...
Así que tuve que llevarlo a clase para que me diesen su opinión. Se sorprendieron cuando vieron que lo había cortado sola en casa (¡me llamaron valiente muchas veces!) y eso que les dije que aproveché patrones que tenía hechos de clase. Si les digo que además de cortarlo dibujé los patrones sin buscar la corrección de la profesora a lo mejor les da un ataque.
Dijeron que estaba bien. Que (como siempre) me hacía formas raras porque las costuras tenían demasiada tela. Sin embargo, me dijeron que le aflojase un poco la cintura, porque se me recogía en la espalda.
Tuvimos una pequeña discusión sobre la cremallera. Yo quería una cremallera invisible, pero para ellas es como la magia: solamente una señora tiene el aparato mágico que permite colocarlas (y ese día no había ido), para el resto es un mundo desconocido. Pero venga, hemos venido a jugar: se la puse yo.
Al día siguiente ya lo llevé terminado. Siguieron diciendo que soy muy echada para adelante y que soy muy valiente por hacerlo en casa sin instrucciones. ¡Pero si es un vestido muy sencillo! ¡No tiene ninguna complicación!
Tiene defectos, claro. Defectos que se corrigen cosiendo muchos vestidos. Se me arruga un poco la tela en las curvas del bies (hombros y sisas), pero eso solo lo aprenderé con la práctica.
Me encanta mi vestido de alces. Es fácil y rápido de hacer. Y además, me ha salido muy barato. ¿Recordáis que el retal era muy pequeño? Era tan pequeño que no pude darle más evasé al vestido porque, el ancho que veis, es el ancho de la pieza. Me sobró un poco de largo que ya sé en qué usar. El retal era tan pequeño que la gitana me cobró 1â?¬ por él. 1,20â?¬ de la cremallera invisible (de 35cm) y 50 céntimos del bies. Me llevó un carrete entero de hilo, pero que había comprado hace tiempo en un pack de 3 por 1â?¬. Nunca me he quejado de que en mercadillo de los domingos traigan cosas de mercería y nunca lo haré.
Normalmente las telas y los materiales no salen tan baratos. Y además, ¡mi primera colaboración con RUMS! ¡Yay!
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