Me encantan los jabones. Me vuelvo loca con cualquier tienda o puesto en el que vendan jabones artesanales de mil formas, colores y aromas, hasta he hecho mis pinitos con el jabón de glicerina como pudisteis ver aquí y aquí. En mi entorno lo saben y muchas Navidades entre otros regalitos los Reyes Magos me han traído jabones. Es por eso que cuando mi chico me regaló estos jabones de un famoso Hammam de Estambul me puse loca de alegría. Enseguida usé uno para la ducha y puse otro en la jabonera para lavarnos las manos. Todos estos jabones hacen una abundante espuma muy fina que hidrata de maravilla peeeeeeeero..., sí tenía que haber un pero :P resulta que el jabón que puse en la jabonera era tan blando que se deshacía y además de dejar toda la jabonera y el lavabo pringado resultaba bastante incómodo de usar ya que se quedaba pegado a la jabonera. Aquí tenéis la prueba:
Cualquier otra persona habría cambiado de jabón y listo, pero yo no quería renunciar a mi preciado jabón nuevo, así que me acordé de un programa de Canal decasa (Ideas decorativas con Lilla Moreno) que había visto hace tiempo, y en el que explicaban cómo hacer unas jaboneras para jabones de este estilo..., osea blandurrios a morir (léase super naturales de la muerte). En este programa proponían poner en algún recipiente canicas y luego poner encima el jabón, de esta forma decían que se drenaba el agua y el jabón quedaba más seco y por tanto menos pringoso. Yo no tenía en casa canicas, pero sí unas piezas decorativas de vidrio cortesía del anterior propietario, vamos que se las dejó en casa junto con alguna que otra cosilla...y se me ocurrió utilizarlas poniéndolas directamente en la jabonera, así a las bravas:
El problema era que se quedaban pegadas al jabón y cada vez que lo ibas a utilizar tenías que ir despegando piedritas..., entonces encontré la solución: ¡sólo tenía que pegarlas a la jabonera! así lo hice con la pistola de pegamento (esa gran compañera de fatigas) y tengo que decir que funcionó :)
Y lo mejor es que cuando se terminó el jabón pude quitar las piedritas limpiamente sin dejar ni rastro en la jabonera..., lo único es que volví a usar otro jabón de los que me había regalado mi chico, inocentemente pensando que este no iba a resultar tan pringoso como el otro...pero parece que me tocó la lotería y este también se quedaba pegado a la jabonera...¡me cago en tó! (es lo más fino que salió de mi boca cuando me di cuenta) así que volví a pegar las piedritas, eso sí esta vez he economizado y me he dado cuenta de que con unas pocas (seis en concreto) son suficientes para sujetar el jabón y permitir el drenaje, además de esta forma es más fácil limpiar la jabonera:
Y esta es la historia con final feliz de una jabonera, unas piedras de cristal decorativas (las venden cómo no en los bazares chinos...¡Dios que haríamos sin ellos!) y un jabón pringoso a morir que ya puedo utilizar tranquilamente..., de hecho hasta han pasado la prueba de mis sobrinos...vamos que vinieron a casa el otro día y no se lo han cargado, así que ¡prueba superada! ;)
Espero que os haya gustado/entretenido/ilustrado/ayudado o algo este rollo que os acabo de soltar. ^_^
¡Nos vemos el viernes en otro Finde Frugal! :)